Señales de industrialización en la ciudad de San Fernando se comienzan a observar a partir de la segunda mitad del siglo diecinueve. De forma creciente en la periferia urbana se instalan fábricas mecanizadas que empleaban un número cada vez mayor de obreros. De esta forma, esta antigua aldea rural, donde antaño predominaban las actividades agrarias y artesanales, transita hacia un modelo de urbe industrial y moderna, aunque con graves problemas sociales, denominados como “cuestión social”. En San Fernando existen dos vertientes de industrialización: una proto-industrialización agrícola (1850-1900) y una agro-industrialización intensiva (1900-1930).
La proto-industrialización, impulsada por hacendados progresistas, procede de la periferia rural y consiste en una recomposición de la estructura productiva en las haciendas, definida por una racionalización y tecnificación de las tradicionales faenas agrícolas orientadas a la exportación de materias primas.
Durante este período predominaron las industrias ligadas al trigo (molinería y panadería) y al procesamiento del cuero vacuno. Básicamente consistió en la mecanización de ciertas faenas agrícolas con la introducción de maquinaría pesada, motores a petróleo y, muy en especial, del contrato de una mano de obra asalariada de origen campesina, obligada a arraigarse en la ciudad. Esta proto-industrialización creció de forma acelerada. El número de establecimientos “industriales” fundados antes de 1870 en San Fernando correspondió a 5, de 1880 a 1890 34, y de 1890 a 1895 54, sumando para esta última fecha unos 104 establecimientos en total.
En San Fernando la molinería fue la actividad más importante. Contaba con 9 establecimientos harineros y por sí sola consumía al año $695.000 en materias primas dando ocupación a unos 68 operarios. Entre la maquinaria situada en sus instalaciones se contaba con 12 cilindros, 32 paradas de piedra, 10 motores hidráulicos con una fuerza total de 370 HP y 34 luces de petróleo para alumbrado.
Hubo una segunda etapa, entre 1900 y 1930, caracterizada por un aumento cualitativo y cuantitativo de las instalaciones, la maquinaría y el personal, es decir, una industrialización intensiva. Esto contribuyó a modificar el paisaje urbano, acelerando su proceso de modernización urbana y proletarización. A diferencia de las industrias anteriores, estos nuevos establecimientos eran “complejos industriales”, completamente mecanizados con disposición para una mano de obra masiva que superaban los cien obreros, generaban poblaciones proletarias en torno a la fábrica y dinamizaban la economía local. Esta industrialización era del tipo ligera, es decir, orientada a la alimentación y los artículos de consumo. Fue desarrollada principalmente por extranjeros y grandes propietarios agrícolas.
Es justamente San Fernando una de las ciudades más industrializadas de la Provincia de Colchagua al ser villa cabecera, mercado laboral y de consumo. Entre 1915 y 1928 se instalan una serie de fábricas de diversa índole. Por 1915 se instala la “Fábrica Nacional de amoblados de Mimbre”, en 1917 una fábrica de fideos perteneciente a Juan Castellani y una fábrica de Calzado de Roselló Hnos. ubicada en la avenida Junín, por 1922 hay otra fábrica de Calzado perteneciente a Víctor Cecereu con moderna maquinaria y con más de 100 obreros, en 1925 se instalaron fábricas de tubos de cemento y baldosas para instalaciones higiénicas, alcantarillados, pasos de aguas, sifones, etc. Por esa misma fecha se instaló una fábrica de leche condensada, quesos y mantequillas que enviaba su producción a los mercados del centro del país. Para 1928 San Fernando contaban con una fábrica de tabacos, tres fábricas de calzado, dos curtidurías, Fundiciones, Maestranzas y Molinos, entre otras industrias. El icono de la industria provincial lo constituye la fábrica de Tabacos de San Fernando instalado por el español Fernando Rioja en 1921 con una moderna maquinaria e instructores extranjeros.
Con el auge industrial las ciudades incrementaron su radio urbano al construirse viviendas para los obreros. El tipo de construcción más difundido fue el de los conventillos, piezas arrendadas por rentistas o dispuestas por las fábricas para uso exclusivo de sus trabajadores. En la ciudad “vieja” se arrendaban también piezas y cuartos redondos. Uno u otro tipo de habitación originaron barrios típicamente obreros que ampliaron el espacio urbano de una forma rápida y precaria con graves problemas de salubridad e higiene. El problema sobrepasaba al gobierno municipal que no pudo dotar de servicios básicos a sus habitantes como una vivienda digna, agua potable o depósitos de basuras, esto es lo que se conoce como “cuestión social”.
La elite del mundo popular, artesanos y obreros, conscientes de estos problemas se organizaron para ponerles solución dado que la autoridad desconocía el problema. Los artesanos fundaron mutuales de apoyo donde por medio del ahorro buscaron solucionar sus más urgentes necesidades. Por su lado, el mundo obrero se organizó en gremios y sindicatos, empleando la huelga y otras expresiones de protesta como una forma de presión para obtener ciertos beneficios de sus empleadores, reacios, por lo general, a hacer cualquier tipo de concesión.
Escritor: Cristian Urzúa Aburto.