En la antigua roma los gladiadores al salir a la arena para la contienda saludaban al cesar y decían «los que vamos a morir te saludan», frase que toma actualidad inusitada en la actual situación del país con los esfuerzos de paz propuestos desde la habana, aunque a muchos no les hagan gracia los muertos que se podrían evitar con un acuerdo de paz, pues su interés personal prima sobre el general.
Colombia no ha entendido que el mayor patrimonio del ser humano es la vida en una convivencia en paz, ya que nunca hemos podido disfrutar de las mieles que da una sociedad en convivencia pacífica y nos ha hecho carrera el ser vivos, en el más laxo sentido de la palabra ya que el vivo vive del bobo y el bobo del trabajo, nada más alejado de la realidad pues la desconfianza que genera la práctica consuetudinaria de este dicho ha generado un terreno propicio para el despojo, la trampa, la Arana y prácticas desleales y corruptas que los más entronizados saqueadores de la buena fe del colombiano, sostienen que la corrupción es inherente al ser humano para justificar sus desmanes, es así como no podemos darnos el lujo de creer que la paz es un concepto lejano y gaseoso, es un derecho inalienable del ser humano desde su nacimiento hasta la muerte y debe ser exigido de manera permanente. La paz es un estado del alma que no se le debe permitir a nadie alterar y se debe exigir como el bien más preciado a los gobernantes sin admitir disculpa alguna y como herencia de las futuras generaciones que sin lograrse una paz con justicia social, con posibilidades de educación, salud y una vida digna están condenadas a una arena de circo romano en la que los que van a morir saludan un futuro sin esperanzas.
El patrimonio más preciado de una nación es su gente, pero en convivencia pacífica y sin miedo al futuro incierto que generan las guerras fratricidas de sociedades descompuestas donde unos pocos se lucran del dolor ajeno, bien sea por que son protegidos por el mismo estado y esto les da una tranquilidad aparente, o que siendo la razón del conflicto que los beneficia propician y generan discordias insalvables para poder saciar la sed de venganza o prosperar sus negocios ilícitos dentro del rio revuelto de la guerra, no les hagamos el juego a quienes quieren un futuro oscuro y negro para nuestros hijos, nietos y familiares, no hagamos apología de la muerte justificándola en los que ya murieron, las flores entreguémoslas en vida sin llenar los cementerios de lágrimas y desesperanza.
En esto juega un papel primordial la educación como bien supremo del ser humano y es ahí donde el estudiante, el académico, el ama de casa y por sobre todo el político tienen que involucrarse y cumplir un papel histórico con la paz que reclaman las generaciones futuras sin olvidar las presentes, sin hacer moños y sin lloriqueos hay que asumir una responsabilidad real frente al futuro y nos tenemos que involucrar todos los Colombianos e involucrar al mundo entero en nuestro compromiso por la paz, no justifiquemos más la violencia en los muertos que ya no están con nosotros y que desde sus tumbas claman paz como el mayor legado por su muerte, es claro que todos los actores del conflicto se perjudicaron o beneficiaron de acuerdo a la posición que adoptaron, pero no olvidemos que son menos y que la mayoría tomamos la decisión y ya hicimos caso omiso a los hechos de violencia registrados durante décadas y donde personas valiosas por pronunciarse a favor de la paz perdieron la vida sin homenaje póstumo por lo que se proponían conseguir esto es la paz.
La paz interior, la paz del alma es la que en ultimas se manifiesta en nuestro comportamiento exterior, no cohonestemos ni convivamos más con la violencia, exijamos la paz lograda desde sus justas proporciones y no pongamos más palos en la rueda que justifiquen nuestra propia intolerancia y busquemos un 2014 y en adelante en paz.
Escritor: Santiago Botero Echeverri.