La salud es un compendio holístico de diversas variables, no es simplemente la ausencia de enfermedad (como solemos pensar comúnmente), salud también significa ser feliz y estar a gusto con tu vida; aunque tú y yo sabemos que muchas cosas intervienen en el proceso para alcanzar dicho bienestar. Hoy en día la vida puede suponer problemas, estrés, ansiedades, discusiones… y en general, un cúmulo de sucesos que nos alejan de ese bienestar tan soñado. Sin embargo, muchas veces no eres sino tú mismo quien te impide alcanzar la meta.
La verdad es que todos tenemos algún problema en la vida, en distintos grados e intensidades, pero problemas al fin. Todas estas complicaciones que debes afrontar cotidianamente pueden influenciar en tu conducta como en tus pensamientos, agravando aún más el problema real. Es decir, a veces tu mente tiende a descontextualizar el problema, aumentarlo, darle más relevancia de la que realmente tiene, generalizarlo, desfigurarlo, resaltar lo fatal, culparte a ti mismo, en fin… un centenar de cosas que terminan afectándote mucho más de lo que deberían.
Esta nociva dinámica se basa en el principio de la psicología cognitiva, donde se plantea que existe una estrecha relación entre lo que pensamos, lo que sentimos, y cómo nos comportamos, todo desencadenándose en la mente (donde identificamos que se originan los pensamientos e ideas) como un proceso reactivo que modula nuestras emociones y conductas. Esta teoría también afirma que mucho de lo que pensamos es un producto automático de los condicionamientos sociales que hemos tenido a través de la vida.
Tal vez estarás preguntándote, ¿y todo esto qué significa?… Bueno, las experiencias y normas sociales han ido condicionando nuestro esquema mental o «cómo pensamos», influyendo directamente en nuestras creencias e ideas personales. Este esquema mental mantiene pensamientos automáticos que «respaldan» las creencias irracionales. Para que me entiendas te pondré un ejemplo: sobre-generalizar es uno de los fenómenos más comunes de pensamientos automáticos, «las mujeres no saben conducir», «todos los hombres son mujeriegos», son unas de las ideas más comunes socialmente. Esto también ocurre a nivel personal, experiencias que te marcan tanto que llegan a moldear tu manera de pensar.
El problema es que la mayoría de estos pensamientos automáticos son desadaptativos y alejados de la realidad, sustentados por una situación dolorosa o traumática de tu pasado, que te siguen influenciando hasta el presente. Los ejemplos más evidentes son casos de personas con fobias, como alguien que le tema a los perros porque en su infancia fue atacado por uno. Su mente se condiciona a sobre-generalizar que todos los perros son violentos, que si lo intentas acariciar te va a morder; pensamientos que te causan ansiedad y temores cada vez que te encuentras cerca de un perro.
De manera que diariamente te encuentras inconscientemente bombardeado de pensamientos que te generan inconformidad, tristeza, ansiedad… Basta que te detengas un momento cuando estés sintiéndote mal y observes tu hilo de pensamientos; hacerte consciente de tus propios pensamientos es el paso fundamental para cambiar ese ciclo nocivo. Luego analiza cuán certero es el pensamiento, o si más bien está fundamentado en algún temor o dolor del pasado. A medida que te vuelves consciente, puedes elegir voluntariamente un pensamiento más adaptado a la realidad, e ir disminuyendo las sensaciones negativas que éstos estaban produciéndote.