El insomnio o la pérdida de sueño, es uno de los problemas menores más comunes de la sociedad moderna que puede afectar desde adultos jóvenes hasta ancianos. No es descabellado pensar que la vertiginosidad que caracteriza la vida de hoy en día repercuta psicológicamente en los individuos; ansiedad, estrés, alteraciones del sueño, alteraciones alimenticias, son síntomas comunes que describen los problemas de la realidad actual. Cuando el insomnio se presenta ocasionalmente, no parece significar más que una molestia pasajera, pero cuando se vuelve algo cotidiano, la privación del sueño puede volverse algo serio.
Sus causas pueden ser distintas, personas que consideran dormir como «perder tiempo», se someten a sí-mismos a noches de desvelo por razones de entretenimiento, educacionales, monetarias, responsabilidades familiares, cambios de turnos en el trabajo, en general, casi cualquier problema lo suficientemente significativo para quitarle el sueño; también enfermedades o condiciones especiales pueden causar problemas para dormir. La verdad es que dormir es tan indispensable como comer o respirar, y privarse de unas buenas 8 horas de descanso puede repercutir seriamente en la salud.
Investigaciones han relacionado diversos problemas emocionales, dificultad en la toma de decisiones, letargo, bajo desempeño laboral o estudiantil, pueden ser signos de estar experimentando trastornos del sueño, pero esto es sólo la punta del iceberg. En las primeras etapas normalmente se experimenta fatiga, enlentecimiento corporal, pensamiento obnubilado, irritabilidad, desmotivación, mala memoria, falta de coordinación, torpeza en los movimientos, depresión, y otros síntomas relacionados.
Si la privación del sueño se prolonga, sus efectos pueden causar un mal funcionamiento del organismo, poniendo en riesgo la salud, comprometiendo la eficacia del sistema inmunológico, y aumentando la posibilidad de desarrollar una enfermedad crónica. Principalmente el descanso que ofrece el sueño profundo es necesario para el sistema nervioso central, durante ese descanso el organismo se encarga de producir hormonas, proteínas, reparar daño celular; de aquí la razón del porqué interfiere tanto a nivel cognitivo y emocional.
De esta misma manera, al dormir el sistema inmunológico produce células que combaten virus y patógenos; la privación crónica del sueño vuelve más propenso al organismo de contagiarse de enfermedades, pues el sistema no ha sido capaz de producir células defensoras. De esta manera se vuelve más propenso a refriados o gripes que pueden empeorar si la privación continúa.
Otra extraña consecuencia de esta condición es su repercusión en el sistema digestivo; la falta de descanso reduce la producción de hormonas encargadas de la regulación del hambre, y aumenta la producción de un bioquímico que estimula el apetito. Esto lleva a ingestas compulsivas que desencadenan aumento de la insulina, aumento de grasa corporal, riesgo de desarrollar diabetes, y enfermedades cardiovasculares.
Aunado a esto, también es usual que las personas que tienden a llevar estos ritmos de vida descuiden su condición física, evitando hacer ejercicios por falta de energía, lo cual contribuye a incrementar más el riesgo de todas las enfermedades anteriormente mencionadas. También empeora enfermedades o trastornos presentes, propiciando episodios intensos de manía en personas bipolares, alucinaciones, paranoia, pensamientos suicidas, síntomas similares a un cuadro esquizoide.