Hombre enamorado de la soledad sonora. Siendo uno de los poetas más leídos en la España contemporánea. La poesía de Antonio Machado brotó de dos raíces literarias: el romanticismo tardío (Bécquer, Rosalía) y el simbolismo. Sin embargo, dejó la huella del modernismo exclusivamente en su primer libro Soledades. Galerías y Otros poemas. Para él, la poesía no es sólo un canal donde buscar el “yo” y la intimidad, sino también una manera especial de expresar la profunda palpitación del alma.
No importa tanto la forma, la musicalidad, la buena rima, si no se cuenta nada íntimo y personal. Según Pedro Salinas, la poesía de Antonio Machado es el resultado de la conjunción de una extremada sobriedad y sencillez formal con la emoción sincera y humana. “Desdeñoso de complacencias fáciles y de vanidades de los sentidos”, elimina toda retórica excesiva, metáforas brillantes, vocabulario rebuscado, elementos decorativos y virtuosismos técnicos, quedando reducido al más puro y auténtico lirismo.
El verbo es lo más importante, porque expresa el tiempo, la temporalidad que él considera esencial. «El adjetivo y el nombre / remansos del agua limpia / son accidentes del verbo / en la gramática lírica / del hoy que será mañana / del ayer que es todavía». Pero no desdeña algunos de los ropajes modernistas, aunque sin abusar de los mismos; usa una compleja red de símbolos personales (el viajero, el camino, la fuente, la luz, la tarde, las abejas, las moscas, las galerías, el agua que fluye, la noria…) y aporta una nueva estrofa, la silva arromanzada, compuesta por versos imparisílabos de arte mayor y menor. Rechaza el creacionismo porque cultiva la imagen como algo en sí misma.
También le da mucha importancia al sentimiento que ha de impregnar la imagen. Las imágenes que no parten del sentimiento, sino sólo del intelecto, no valen nada. También rechaza la poesía surrealista, porque no tiene estructura lógica. Para él esto es una deshumanización , que no comparte. La poesía debe hablar con el corazón.
Más tarde, aunque definió la poesía como “palabra esencial en el tiempo”, Antonio Machado era un experto en reconciliar la belleza del verso con motivoss hondamente interiores y con otro estímulo de la vida diaria. Confesó, en el prólogo escrito en Soledad, que “ El elemento poético no reside en la palabra por su valor fonético, ni el color, ni la línea, ni un complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu; lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta animada al contacto del mundo. Es decir, valores no puramente formales y musicales, sino interiores hondos, de la intimidad del alma.”
Rubén Darío le llamó “ el poeta luminoso y profundo”. En efecto, para Juan Ramón, la poesía de Machado fue en España el primer fruto de la < unión mágica > de Rubén Darío y Miguel de Unamuno.
Lo mismo pensaba Ortega, quien en 1916 escribía:< Fue preciso empezar por rehabilitación del material poético: fue preciso insistir hasta con exageración en que una estrofa es una isla encantada, donde no puede penetrar ninguna palabra del prosaico continente sin dar una voltereta en la fantasía y transfigurarse, cargándose de nuevos efluvios, como las naves, en otro tiempo, se colmaban en Ceilán de especias…Esto vino a enseñarnos Rubén Darío, el indio divino domesticador de palabras, conductor de los corceles rítmicos. Sus versos han sido una escuela de forja poética. Ha llenado diez años de nuestra historia literaria.>
( Pero ahora es necesario más: recobrada la salud, esta alma no puede a su vez consistir en una estratificación de palabras, de metáforas, de ritmos. Tienen que ser un lugar por donde dé su aliento el universo, respiradero de la vida esencial, spiraculum vitae, como decían los místicos alemanes.) Y concluye: ( Yo encuentro en Machado un comienzo de esta novísima poesía, cuyo más fuerte representante sería Unamuno, si no despreciara los sentidos tanto.)
Influido por la propia personalidad sensible, notamos siempre un lenguaje depurado y progresivo hacia la sobriedad y la densidad en la obra. Sin aplicar con exceso retórica complicada ni decorado presuntuoso, nos presentó un estilo con palabras sinceras, claras y escuetas, y una expresión instintiva de apresar los universals del sentimiento, sentimientos universals que giran en torno a la condición general del ser humano. Puso en relieve la “esencialidad” y la “temporalidad”. Mejor dicho, a lo mejor mientras el poeta meditaba y buscaba la entrañable humanidad en su “íntimo monólogo”, también deseaba que su ensimismamiento pudiera tener real resonancia en el pensamiento del lector algún día.
Autor: Wang Jung