Una simple lista de nombres que ya están presentes en la sección pone de manifiesto la complejidad Saludos de Machado la inspiración junto con poemas dedicados a los «maestros» de Unamuno y Azorín, se puede escribir a leer otros Rubén Darío (también llamado «maestro»), Juan Ramón Jiménez y Valle-Inclán, en un tono que claramente modernista, señaló Sesé, «contrasta con la austeridad severa de las composiciones inspiradas en castellano y es una prueba brillante de la otra cara de la genialidad poética de Machado»
Otro elemento que se vuelve más complejo su adhesión a la generación del 98 es la creciente identificación con la tierra de Soria, en la Orillas del Duero, 1910, Machado trae su visión de una serie de imágenes de paisajes que aluden al pasado guerrero castellano, con la crítica de la decadencia nacional y referencias directas al Cid y la época de los galeones «reales» cargados de plata y oro, en Campos de Soria de 1913, la experiencia y los sentimientos personales predominan sobre la retórica generacional.
En el primer poema, Castilla y todavía es la «tierra triste y noble», el mismo que Azorín y Baroja, en el segundo sorianos de Machado se pregunta si los campos ya no estaban en el fondo de su alma.
Por lo tanto, a pesar de Campos de Castilla nace del propósito de interpretar y entender el paisaje físico y humano de Castilla, relacionándolo con el pasado nacional y un hipotético futuro esperanzador, las composiciones de mayor intensidad y la belleza son aquellas en las que se ve compensado este sentido por la experiencia dirigir el paisaje, como el olmo seco de las Naciones Unidas.
Los Campos de Soria y José María Palacio, cuyos temas son «la primavera, la superación de la muerte individual, la renovación de los seres» (25) – temas recurrentes en la poesía de la anterior Machado, que muestra que hay más continuidad que ruptura en la transición de 1907 a 1912.En estos poemas, como ha señalado Sánchez Barbudo, hay un grupo muy pequeño de los 98: la visión del paisaje está lleno de amor, dejando poco espacio para la crítica. «Se refiere a (…) para» guerrero místico «Soria, lo que importa ahora, que principalmente se expresa (…) es el profundo amor que siento por esta tierra» .
Cabe destacar que la crítica social se hicieron más poderosos en los poemas escritos después de su traslado a Andalucía, y ya no se referirá a los campesinos sino a señoritos que los explotan.Sin embargo, hay varias características que apoyan el papel de Machado como «la generación lírica única representante de 98″: la búsqueda de la realidad española no está en la historia oficial, pero en los acontecimientos cotidianos y los personajes marginales, la interpretación de » problema de España «, como una crisis espiritual, el escepticismo radical acerca de los dogmas de la ortodoxia católica, el valor de un mítico Castilla primitiva y medieval, exaltado en su aspecto severo y guerrero, la preferencia que resulta de la sencillez y la autenticidad de la Edad Media y Jorge Manrique las baladas y el concepto de la actividad literaria como un método para investigar la situación existencial del hombre, más que la simple expresión de la belleza, la crítica violenta de esta realidad de España y de esperanza para el futuro, la observación del paisaje castellano.
La inclinación posterior de Machado a las preguntas filosóficas no causó estas características que se abolió: en sus notas sobre la poesía, Juan de Mairena condena la artificialidad barroco y se opone a la inspiración y Manrique concreta versículos completos de la temporalidad de las novelas, el escepticismo con respecto a todos los dogmas se intensifica hasta el punto de convertirse en un método de investigación: el mandamiento de Unamuno que «enseñar a la gente debe aprender primero a él» está glosado en varias ocasiones por Mairena, la crítica social persiste, alternando con momentos cada vez más raras de la esperanza en el futuro.
Por lo tanto, la relación entre Machado y la generación del 98 sólo puede ser entendida de forma suficientemente adecuada para prestar atención a la diversidad y complejidad de su inspiración, y por la unidad y la coherencia de sus aspiraciones artísticas y morales a lo largo de su carrera literaria. Una lectura demasiado unívoca, que buscaban que está afiliada a uno u otro grupo de escritores, haciendo hincapié en las similitudes y diferencias se esconden inevitablemente distorsiona la riqueza y la amplitud de la poesía de Machado.
A orillas del Duero
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor — romero, tomillo, salvia, espliego —.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.
Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo
cruzaba solitario el puro azul del cielo.
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
— harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra —,
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
para formar la corva ballesta de un arquero
en torno a Soria. — Soria es una barbacana,
hacia Aragón, que tiene la torre castellana —.
Veía el horizonte cerrado por colinas
oscuras, coronadas de robles y de encinas;
desnudos peñascales, algún humilde prado
donde el merino pace y el toro, arrodillado
sobre la hierba, rumia; las márgenes de río
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
¡tan diminutos! — carros, jinetes y arrieros —,
cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
del Duero.
El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
¡Oh, tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.
La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.
Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
indianos a la corte, la madre de soldados,
guerreros y adalides que han de tornar, cargados
de plata y oro, a España, en regios galeones,
para la presa cuervos, para la lid leones.
Filósofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento;
y si les llega en sueños, como un rumor distante,
clamor de mercaderes de muelles de Levante,
no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
El sol va declinando. De la ciudad lejana
me llega un armonioso tañido de campana
— ya irán a su rosario las enlutadas viejas —.
De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de nuevo, ¡tan curiosas!… Los campos se obscurecen.
Hacia el camino blanco está el mesón abierto
al campo ensombrecido y al pedregal desierto.
Campos de Soria
I
Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.
La tierra no revive, el campo sueña.
Al empezar abril está nevada
la espalda del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda
envueltos cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas capas.
IV
¡Las figuras del campo sobre el cielo!
Dos lentos bueyes aran
en un alcor, cuando el otoño empieza,
y entre las negras testas doblegadas
bajo el pesado yugo,
pende un cesto de juncos y retama,
que es la cuna de un niño;
y tras la yunta marcha
un hombre que se inclina hacia la tierra,
y una mujer que en las abiertas zanjas
arroja la semilla.
Bajo una nube de carmín y llama,
en el oro fluido y verdinoso
del poniente, las sombras se agigantan.
VIII
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria — barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
IX
¡Oh, sí, conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.
Me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
¡Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza!.
a Orillas del Duero El título del poema se repite en la obra de Machado ha aparecido en el libro anterior, y volverá a aparecer más adelante en este mismo Campos de Castilla, ligeramente modificado (Orillas del Duero), y canciones Nuevas (lo más alto Canciones del Duero). Publicado en 1910, con algunas variaciones, en la revista La Lectura, se llevó el título de este poema que se aplicó más tarde en el libro: Campos de Castilla.
La imagen de Soria como una barbacana, que reaparece más tarde en los Campos de Soria, se explica así por Oreste Macrì: «Soria parece encallado, extendida a lo largo de las colinas y montañas de la Moncaio Ibérica, que separa el Viejo Aragón, Castilla, que tiene ‘la torre castellana «salvado por la barbacana Soriana» .
Por otra parte, la imagen del Duero como la ballesta corresponde a una característica de la poesía de Machado, «el camino de los ríos en su topografía por supuesto a menudo toman la forma de un instrumento de guerra, que se reproduce bien la línea sinuosa del objeto, muestra que en la poesía de Machado está siempre presente no sólo lo que uno ve, sino lo que se pretende en este caso, el pasado de España en su perspectiva histórica y de la guerra» – una característica también corroborada por la imagen de los» trapos esparcidos lejos de ser un viejo aprovechar de la guerra. » Como ustedes saben, el canto del Cid, Rodrigo Díaz de Vivar el, envíe un centenar de caballos de don Alfonso VI, rey de Castilla y León, que viene de su conquista de Valencia en junio de 1093, otra parte del botín se envió al rey para permitir que doña Jimena (esposa del Cid) y sus hijas estaban en Valencia, de todos modos, el don de los jardines hay en el canto Los robles son AZINHEIRO y el género de roble (Quercus), muy común en la región de Castilla, y también es frecuente en la poesía de Machado. Equivalente indio, por supuesto, los «americanos».
Campos de Soria La imagen de los pastores cubiertos por sus capas largas, que cierra el primer poema, es típica de la región castellano: «En este clima extremo por ambos extremos, donde con tanta violencia pasa del calor al frío y la sequía a la lluvia, el hombre inventó la cubierta, que aísla el medio ambiente y crea una atmósfera personal, oscilaciones regulares en medio de la constante defensa exterior contra el frío y el calor al mismo tiempo »
Autor: Wang Jung