El sistema capitalista implica la existencia de una economía de mercado, donde hay cientos de miles de planes individuales de empresas y consumidores, que difícilmente pueden acoplar en un equilibrio perfecto. De modo que pueden surgir fenómenos de sobredimensionamiento de la oferta y de saturación de la demanda, a partir de los cuales se generan escenarios de crisis.
Es conocido que la crisis económica actual se inició con la ruptura de la gran burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, tras los abusos cometidos por la banca en la concesión de hipotecas a tipos de interés muy bajos y con valoración insuficiente de la escasa solvencia de clientes situados en los estratos inferiores de ingresos. Las tendencias inflacionistas, y la consiguiente elevación de tipos de interés por el Sistema de la Reserva Federal (SRF), ocasionaron impagos generalizados por parte de los clientes. Esta problemática provocó situaciones muy difíciles para un gran número de bancos, que no tardaron en afectar al resto de la economía. En el origen y evolución de la crisis también se incluyen factores exógenos tales como las elevaciones internacionales de los precios de la energía en función de la OPEP, así como de las materias primas y los alimentos, que tuvieron como base la creciente demanda de los países emergentes (Tamames, 2008).
A esta situación se le debe sumar la muy diferente actitud de los bancos centrales de las dos monedas más importantes del planeta, con las cuales se realizan más del 75% de las transacciones internacionales: el euro y el dólar. El SRF con una política de tipos de interés declinantes desde el verano de 2007, que del 5,75% cayó al 2% el último día de abril de 2008. En tanto el Banco Central Europeo (BCE) se ha centrado en el mantenimiento del precio del dinero a un nivel que es exactamente el doble (4%), lo que provocó la sobrevaloración del euro, con serias consecuencias fundamentalmente en el campo de las exportaciones (Tamames, 2008).
La crisis económica iniciada en 2008 en Estados Unidos, como ha sucedido en otros períodos de crisis, afectó al resto del mundo hasta convertirse en una crisis económica mundial. Al inicio, muchas personas pensaron que no debía definirse como crisis, sino que era una pequeña y breve recesión que ayudaría a que las empresas se volvieran más competitivas. Sin embargo, la realidad de estos tres años ha demostrado que constituye una recesión muy profunda.
Después de una década de notable crecimiento que la convirtió en una de las economías más dinámicas de la zona euro, España ha entrado en una fase de turbulencia, con un crecimiento muy débil y una tasa de desempleo que se ha incrementado desde 2008. Desde el segundo trimestre de ese año, el crecimiento económico de España se desplomó hasta niveles nunca vistos en 15 años y decreció 1,2% en todo el año. Estas cifras son significativas si tenemos en cuenta que en 2007 su economía experimentó un crecimiento de 3,6% (Banco de España, Informe Anual, 2008). La caída del PIB español continuó y en 2009 este indicador se contrajo un 3,7%, el mayor desplome observado en cuatro décadas. Aunque en el segundo trimestre de 2010 creció 0,2%, este fue uno de los crecimientos más bajos de la Unión Europea junto con el de Portugal, solo por delante de Grecia (-1,5%), Letonia (0,1%) y Hungría (0%). Con este ligero crecimiento del segundo trimestre de 2010, la economía española encadenó dos trimestres consecutivos en positivo, después de que saliera de la recesión en los primeros tres meses del año al crecer un 0,1%. (Edmundo.es, 2010).
Sin embargo, el sector de inversiones en este período ha sufrido un declive que ha afectado fundamentalmente al sector de la construcción, dado el significativo número de viviendas construidas que actualmente permanecen sin vender. Otro de los sectores que se encuentra en franco deterioro es el sector industrial. En este sentido, la productividad continúa en desaceleración al registrar un descenso de 0,8%. Además el nivel de desarrollo tecnológico en España es insuficiente, situación que se ha agravado con la crisis actual.
Según estudios de la Comisión Europea, España será de los últimos países del mundo en superar esta crisis. En realidad, el país sufre las consecuencias de una crisis productiva interna, basada en la destrucción, casi en su totalidad, de las dos principales fuentes de ingresos del país: el turismo y la construcción (Banco Central Europeo, Informe Anual, 2010). A continuación se realizará un pequeño análisis de la situación de cada uno de estos sectores económicos.
En general, la crisis ha tenido un significativo impacto en la actividad turística, la que ha estado afectada por la disminución del consumo tanto en España como en sus mercados emisores más importantes: Reino Unido y Alemania. No obstante hay que señalar que esta problemática ya venía agravándose desde el año 1999. El aporte de la industria turística española al PIB en 2009 descendió hasta su mínimo histórico y ocupó el 10,3% de la riqueza total, su valor más bajo en catorce años. Adicionalmente, los ingresos por turismo se redujeron un 9,6% en 2009, aunque esta caída se evidenció desde 2008 con un descenso de 4,3%. Las entradas de turistas también experimentaron un retroceso acumulativo del 11,3% en 2008-2009. Este comportamiento fue mucho más desfavorable que el mostrado por el turismo a escala global, ya que a nivel mundial los ingresos turísticos se redujeron sólo un 4,3% entre 2008 y 2009, mientras que las entradas de turistas descendieron un 2,2%. Todo esto ha provocado la pérdida, por parte de España, de posiciones en el ranking del turismo mundial. Así, en 2008 Estados Unidos desbancó a la nación como segundo gran destino por número de turistas extranjeros. Otros países como China luchan por bajar al país ibérico del podio de las potencias turísticas globales (Expansión.com, 2010: 1 y 2).
Como ya se mencionó, otro de los sectores que atraviesa una grave crisis desde inicios de 2008 es la construcción. Las cifras revelan que en 2009, la producción descendió entre un 8% y un 11% y la construcción de nuevas viviendas disminuyó entre un 20% y un 25% (Cotizalia.com, 2009).
Autor: Moises Bolekia