En muchas ocasiones, nuestro devenir como seres humanos nos lleva a situaciones que en un principio se manifiestan o interpretamos como inesperadas. Tal vez aparentemente lo sean, pero más allá de nuestra limitada percepción y en algún recóndito lugar de nuestra mente, existan ciertas capacidades desconocidas e ignoradas que podrían, sin duda, transformar nuestro día a día y por lo tanto, nuestro futuro. Estas capacidades podrían indudablemente influir y flexibilizar nuestro camino hacia lo que realmente queremos hacer en nuestra vida .
Es posible, quizá, que el poder de los pensamientos que produce nuestra mente y la capacidad de materializar y llevar a la acción aquello que imaginamos bueno para nosotros y los demás podría ayudarnos a convertir nuestros sueños o deseos en una realidad, nuestra realidad, y ésta se manifestaría tanto a nivel individual como colectivo. Conseguiríamos este logro porque los cambios que se producen a pequeña escala influyen de manera directa en nuestros círculos sociales más cercanos y si cambiamos la realidad a pequeña escala, estamos creando una red social donde los pequeños cambios se traducen en grandes cambios, llegando estos a gran escala. De todo esto, se deduce, que el motor del cambio social y el elemento catalizador del mismo, se encuentra en nuestra voluntad, en la intención de que así sea y en el deseo de que se produzca.
Es innegable que las circunstancias a priori, determinan nuestro lugar en el mundo, circunstancias como la clase o el estatus social, la situación política, la familia, la educación o el clima…Por lo tanto, nuestro entorno es un factor que en gran medida será el detonante que afectará inevitablemente a nuestra personalidad, nuestro carácter y nuestro desarrollo como ciudadanos. Ahora bien, dentro de esa limitada percepción existen alternativas que, en muchas ocasiones desconocemos pues no existe el suficiente interés en alentarlas y en mostrar a la sociedad que es posible construir un mundo mejor a través del poder de la intención.
Para que pudiésemos llevar a cabo esta árdua labor sería necesario que desde las altas esferas del poder y de aquellos que nos gobiernan, surgiese el propósito de fomentar en todos los ámbitos y especialmente en el ámbito educativo todas aquellas actividades que contribuyesen al desarrollo intelectual y emocional a través de la intención, es decir, plantear un nuevo modelo educativo en el que se primase el respeto, la empatía y en el que se reforzase la autoestima de los alumnos sin dejar de lado, por supuesto, los contenidos de cada área educativa. Para ello, sería necesario que se creasen políticas públicas específicas que promoviesen este nuevo modelo de educación, también sería necesario reeducar a las familias y a la población en general. Con total seguridad aparecerían muchos detractores de este modelo, pero si la intención de los que deseasen ese cambio social centrado en crear una sociedad más humana y menos centrada en la economía y la competitividad consiguiesen estar unidos y creer en que ese cambio es factible, muy probablemente influirían indirectamente en aquellos que rechazaban en un primer momento tan utópica propuesta y, de esta forma, los detractores se convertirían en aliados de una causa que no es simplemente justa si no muy necesaria.
Toda esta disertación puede parecer utópica, pero la utopía es el camino hacia la renovación del individuo y de su horizonte de expectativas. Por lo tanto, es también muy necesaria. Utopía e intención van de la mano, son inexorablemente inseparables y ambas fortalecen y nutren nuestra ilusión, nuestra capacidad de creer en lo que se supone imposible y nos motivan para transformarlo en algo real. Somos nuestra voluntad, somos lo que intencionadamente deseamos ser cuando creemos con fuerza en nosotros y en los demás. El poder de la intención está infravalorado como bien común de la sociedad, por lo tanto, las capacidades emocionales del ser humano no se han tenido suficientemente en cuenta a la hora de vivir en sociedad. Por otra parte, sí se han considerado estas capacidades para fines económicos como, por ejemplo, la neurociencia aplicada a la publicidad para optimizar beneficios en el mundo empresarial. Sin embargo, se ha pasado página ante una gran oportunidad de favorecer una vida en armonía, donde cada individuo se sienta satisfecho y realizado con su vida, donde el individuo no necesite tanto necesitar.
Escritor: Lorena García Barrio