Como escribió el periodista y buen amigo de Machado José María Palacio: Nadie ha puesto más alto el nombre de Soria, ni ha sugerido mayores estimaciones por su tierra árida y fría que Antonio Machado. Y nadie ha despertado mejor que él un hondo sentido admirativo hacia las cosas y el ambiente de la meseta del Alto Duero. Agradecido por lo mucho que habia hecho por Soria, el Ayuntamiento soriano lo nombró hijo adoptivo y le rindió un público homenaje el 5 de octubre de 1932 aunque Machado ya no vivía allí. La ciudad y las tierras de Soria se habían consagrado por su trascendencia como el ámbito machadiano por antonomasia. Ése fue el milagro literario del poeta, cuyo efecto benéfico perdura hasta nuestros días. Una ciudad memorable: Soria, ciudad castellana / ¡tan bella! bajo la luna.
Mi corazón, enfrente del paisaje, produce el sentimiento. De hecho, si decimos que la poesía es una de las ventanas del alma, Antonio Machado fue uno de sus grandes representantes que consignó fielmente la memoria de Castilla es forma de palabras, y que conserva en ese magnífico álbum desde entonces. “
El paisaje de Machado casi se acaba en ser visto; apenas hay en él rumores ni música, apenas huele, apenas tiene sabor, apenas tacto. Su paisaje adquiere plenitud, se graba, nos posee dee su hechizo inolvidable, como ciertos paisajes reales que uno ha vivido con especial intensidad , y que los lleva amueblándole el alma.” según Bartolomé Mostaza. En realidad, a causa de un amor puro a la naturaleza, Antonio Machado no escatimó esfuerzos para cantar continuamente este panorama soriano que le acompañó tanto en el momento alegre que compartió con Leonor, su amor verdadero, como en el momento trágico en que la muerte rompió el frágil hilo entre los dos.
En Soria encontró Machado los elementos fundamentales que le convirtieron en un poeta universal. En primer lugar, el amor de Leonor del que surgieron versos del máximo esplendor vital, que se transformaron en elegía profunda a causa de la temprana muerte de su joven esposa: “Mi corazón está donde ha nacido, no a la vida, al amor, cerca del Duero”.En Soria encontró también otros componentes fundamentales. Por una parte un estilo esencial soriano hecho de la serenidad, profundidad, claridad y sencillez que van a caracterizar su poesía y su pensamiento.
Otro componente fundamental en la obra machadiana que se encuentra en Soria es la visión y la mirada del otro, de los otros, de las personas, más allá del yo de Soledades. En Soria, el poeta dio el paso de la poesía intimista de Soledades a la poesía exteriorizada de Campos de Castilla. Es un cambio que comienza a través de la percepción del paisaje. Antonio Machado es el primer paisajista lírico de Castilla, donde la profundidad del páramo soriano, a la vez que la grandiosidad de su cielo claro y diáfano, prestan al poeta una singular precisión, dotándole de una increíble concisión dramatizadora de la realidad. En sus versos se plasma, según Oreste Macrí, “toda una ética humana que se refleja en el relato de La tierra de Alvargonzález”.
Asi dijo el poeta: «En un tercer volumen publiqué mi segundo libro, Campos de Castilla (1912). Cinco años en la tierra de Soria, hoy para mí sagrada – allí me casé, allí perdí a mi esposa, a quien adoraba -, orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano. Ya era, además, muy otra mi ideología. Somos víctimas – pensaba yo- de un doble espejismo.
Si miramos afuera y procuramos penetrar en las cosas, nuestro mundo externo pierde en solidez, y acaba por disipársenos cuando llegamos a creer que no existe por sí, sino por nosotros. Pero, si convencidos de la intima realidad, miramos adentro, entonces todo nos parece venir de fuera, y es nuestro mundo interior, nosotros mismos, lo que se desvanece. ¿Qué hacer entonces? Tejer el hilo que nos dan, soñar nuestro sueño, vivir; sólo así podremos obrar el milagro de la generación. Un hombre atento a sí mismo y procurando auscultarse, ahoga la única voz que podría escuchar: la suya; pero le aturden los ruidos extraños. ¿Seremos, pues, meros espectadores del mundo? Pero nuestros ojos están cargados de razón y la razón analiza y disuelve.
Pronto veremos el teatro en ruinas, y, al cabo, nuestra sola sombra proyectada en la escena. Y pensé que la misión del poeta era inventar nuevos poemas de lo eterno humano, historias animadas que, siendo suyas, viviesen, no obstante, por sí mismas. Me pareció el romance la suprema expresión de la poesía y quise escribir un nuevo Romancero. A este propósito responde La tierra de Alvargonzález. Muy lejos estaba yo de pretender resucitar el género en su sentido tradicional. La confección de nuevos romances viejos – caballerescos o moriscos- no fue nunca de mi agrado, y toda la simulación de arcaísmo me parece ridícula.
Cierto que yo aprendí a leer en el Romancero general que compiló mi buen tío don Agustín Durán; pero mis romances no emanan de las heroicas gestas, sino del pueblo que las compuso y de la tierra donde se cantaron; mis romances miran a lo elemental humano, al campo de Castilla y al libro primero de Moisés, llamado Génesis.
Muchas composiciones encontraréis ajenas a estos propósitos que os declaro. A una preocupación patriótica responden muchas de ellas; otras, al simple amor a la Naturaleza, que en mí supera infinitamente al del arte. Por último, algunas rimas revelan las muchas horas de mi vida gastadas – alguien dirá: perdidas- en meditar sobre los enigmas del hombre y del mundo».
No obstante, desgraciadamente, el paisaje enfrente del poeta que le produce el dulce sentimiento, al final le da nostalgia y melancolía en el resto de su vida después de la muerte de su esposa jovencita…
Autor: Wang Jung