No es secreto para nadie que la vida cotidiana genera estrés: el trabajo, la familia, las responsabilidades, y el tiempo que no perdona. En un mundo vertiginoso y ajetreado hay que aprender cómo relajarse, distraerse, y liberar toda esa carga acumulada. Tensiones corporales, jaqueca, rumiación de pensamientos, fatiga general, ofuscamiento, tics nerviosos, y demás síntomas similares son claras señales de estrés. Evolutivamente el estrés resulta una respuesta fisiológica ante una situación de peligro o problemas, es un proceso natural que nos dispone física y mentalmente a enfrentar una condición amenazante; sin embargo, se vuelve perjudicial cuando es muy intenso o prolongado.
Hoy en día el estrés es un fenómeno muy común, y aunque existe un enfoque positivo del estrés, donde las condiciones externas retan a la persona a lograr una superación, la mayoría de las veces el estrés acumulado termina por exceder tus capacidades y dejarte con una sensación de abatimiento. En estos casos resulta indispensable encontrar una forma de liberar estas emociones, pues una circunstancia que esté constantemente generándote estrés puede terminar afectando profundamente el desempeño de tu vida cotidiana.
Las técnicas de relajación están entre las más populares, pero como profesional más de una vez me he encontrado con gente reacia a éstas: personas que acostarse y concentrarse en la respiración sólo les generá más ansiedad; y no es de extrañarse, somos tan distintos unos de otros que sería ingenuo pensar que una misma técnica pueda servir a todos por igual. Por eso quiero compartir ésta herramienta, que más bien son una serie de pasos, que va a ayudarte a desarrollar tu propio método de relajación.
Es la meditación, pero no como popularmente es entendida, donde vemos a los monjes inmóviles en una misma posición durante horas. No, para meditar hay muchos caminos, y puede ser cualquier que te lleve a ese estado mental donde quedas absorto de problemas, y sólo estás tú y la existencia. Quizá todo esto te suene muy incierto, pero te aseguro que más de una vez has alcanzado ese estado meditativo sin siquiera proponértelo. Piensa en las cosas que más disfrutas hacer, esas acciones que involucran toda tu atención, estás plenamente concentrado tocando un instrumento, o practicando tu deporte preferido, o pintando.
Estas acciones pueden convertirse perfectamente en rituales meditativos, imagina una señora tejiendo, concentrada en los movimientos de la aguja, el hilo, cómo todo se une, el ritmo, se crea un momento en el que se suprime el ego, sólo existe la acción. Te vuelves uno con la acción. Ahora imagina un ciclista, unido a su máquina, concentrado por alcanzar la cima, consciente de su cuerpo, la fuerza que imprime; no hay diferencia entre la bicicleta y la persona que la usa, todo se vuelve uno en ese instante, y eres libre de dolores y problemas, tu mente descansa.
El secreto es encontrar esa acción donde te liberes y te vuelvas a encontrar. Si te gustan los deportes, suelo recomendar mucho la natación y el ciclismo de montaña, ambos aportan ambientes, visuales y sonidos, aunados con un estado físico que promueve estados meditativos de la mente. Los deportes siempre son una opción favorable, porque también fomentan la salud; aunque requieren de tiempo para practicarlos y avanzar. Dibujar o pintar es más accesible en términos de tiempo disponible y espacio físico, puedes practicar con las mandalas o zendalas, o simplemente hacer garabator aleatorios que ayudan a despejar la mente.
Otra de mis formas preferidas de meditar es verter todas mis ideas, pensamientos, imágenes, experiencias, en general: todo lo que pase por mi mente, en un cuaderno específico para esto. Bajo el método psicoanalítico de «asociación libre», puedes disponerte a escribir todo lo que se te ocurra en ese momento sin juzgarlo, sin intentar demasiado darle sentido o conectarlo, sólo escribir como si fuese una suerte de vómito literario; esto no sólo libera tu mente, sino que puedes luego analizar y tratar de conocerte más a ti mismo, a través de estos escritos.