El progreso de las sociedades hacia la igualdad de oportunidades laborales de hombres y mujeres se amplía a los niveles de liderazgo, en organizaciones sociales y productivas donde los hombres poseen mayores probabilidades de ascenso que las mujeres (García & López, 2006). Es más, las mujeres experimentan discriminación en puestos de trabajo dominados habitualmente por hombres (Eagly, Karau & Makhijani, 1995; van Engen et al., 2001; Heilman, 2001 citado en García & López, 2006), ya que son percibidas como incongruentes con su rol de género. Esto se traduce en roles jerarquizados donde la labor masculina está en la cima de la escala; fenómeno recurrente en otros ámbitos de la vida, que suscita discriminación. De ello, se encargan los parámetros culturales -como la familia, escuela, medios de comunicación- de ocultar y revelar actitudes negativas como naturales y correctas dentro de la colectividad.
Tradicionalmente las mujeres han cumplido roles asociados a relaciones sociales distanciadas de prácticas de liderazgo (Eagly 1987; Eagly, Wood & Diekman, 2000; López-Sáez, 1994; López-Zafra, 1999 en García & López, 2006). En relación a lo anterior Rico (1996, citado en Larraín, 2008) plantea que la desvalorización de lo femenino y su subordinación a lo masculino se debe a la desigual distribución del poder fundadas en relaciones asimétricas que normalmente derivan en violencia simbólica. Violencia ejercida a través de la comunicación y del conocimiento que habita en la práctica por ejemplo, en contextos escolares, donde se prolongan las construcciones simbólicas concernientes al orden del lenguaje y las representaciones.
Por otra parte las relaciones sociales configuran subjetividades y modos de percibir el mundo. Por consiguiente el lenguaje e intercambio social expresan desigualdades referidas a género, clase social y grupo étnico en el ámbito escolar. Se establece que por medio de una acción pedagógica socialmente critica – manifestada en la cotidianidad, material didáctico y textos- contribuiría a mantener diferencias de género, relaciones de poder e ideología dominante. Las disparidades entre género son indudables, por ejemplo en México, si bien aumenta la incorporación de mujeres a las universidades por sobre los hombres, no se ha evitado la asignación tradicional de roles de la mujer respecto a la elección de carrera. En la educación básica, continúa la segregación de actividades, la falta de oportunidades, inequidad y permanencia en los niveles educativos.
Pedagogía social y alteridad en educación La educación es un proceso fluido en el cual profesor y alumno no sólo se relacionan desde el posicionamiento del que sabe con el que no sabe, sino desde el acompañamiento en la formación personal del educando. Es decir desde su vulnerabilidad y necesidad, en donde el alumno espera encontrar una respuesta y acogida por parte del otro (Ortega, 2010). No obstante, educar desde el prisma de la alteridad es responder a la pregunta del otro, en la cual el docente no puede negar al educando como individuo portador de saberes sino que debe reconocerlo, acogerlo y utilizar experiencias previas para construir nuevos conocimientos disciplinares y de socialización que se adquieren en instituciones educativas, en las cuales existe un entramado de relaciones donde el ambiente se ve constantemente influenciado por diferentes concepciones de los actores que la componen. Esto supone un compromiso ético y social donde se combina el reconocimiento del otro para contribuir con mejoras a la sociedad.
La alteridad constituye una aproximación mediante una visión globalizadora de la comprensión del fenómeno humano, generando niveles de tolerancia respecto a la relación que se puede establecer con el otro (González, 2009). Esto porque las relaciones intersubjetivas se enriquecen por medio de la pedagogía social, en la socialización y enseñanza de los elementos que se sitúan en la transversalidad de la educación. Ofrece una educación integral, integradora, socializadora, gestora de un aprendizaje integral que atiende no sólo a la necesidades socioeducativas de los estudiantes sino que contribuye a la respuesta que requiere la sociedad para solucionar la crisis valórica (Gómez, 2003). En otras palabras fortalece el sustento valórico en las personas, promueve el interés por el otro, y ayuda a vivir en comunidad con los demás.
Sin embargo, una propuesta alternativa pretende provocar transformaciones en el sistema educativo, la pedagogía crítica (Ordóñez, 2002) propone que jóvenes logren una conciencia crítica de su entorno social a partir de la práctica. Se concibe el aprendizaje como un proceso vinculado a conceptos de poder, política, historia y contexto. Los saberes fundamentales deben ser considerados como contenidos obligatorios de la organización programática docente.
El problema es cómo lograr que docentes en formación inicial o en actual ejercicio profesional consigan apropiarse de estos saberes para desarrollar una práctica pedagógica crítica coherente. Según Cavieres (2010) esta pedagogía puede ser un gran aporte al sistema educacional, contribuyendo a los esfuerzos de algunos grupos en torno a dos grandes desafíos: a) rescatar aquellas tradiciones educativas que persisten en su oposición a la exclusión producida en instituciones educacionales y b) la creación de espacios de acción y reflexión que inspiren nuevos esfuerzos en favor de aquellos que sufren discriminación y marginación. De manera que se basa en la práctica apoyando a la liberación del pensamiento mediante la crítica y reflexión, lo cual valida a la persona como creadora y transformadora del mundo.
REFERENCIAS
Cavieres, E. (2010). Trabajando entre las grietas: el desafío de la pedagogía crítica en Chile. Disponible en: http://www.revistadocencia.cl/pdf/20100924105550.pdf
García, R. & López, E. (2006). Congruencia de rol de género y liderazgo: el papel de las atribuciones causales sobre el éxito y el fracaso. Revista Latinoamericana de psicología, vol. 38, nº 002. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/pdf/805/80538202.pdf
Gómez, M. (2003). Aproximación conceptual a los sectores y ámbitos de intervención de la educación social. Pedagogía social, vol.2, nº 10. Disponible en: http://lomiquel.files.wordpress.com/2009/01/2003ambitosrps.pdf
González, F. (2009). Alteridad y su itinerario desde las perspectivas multidisciplinares. Reflexiones, vol. 88, nº.1, pp. 119-135. (citado 02-06-2012). Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=72912559009
Larraín, S. (2008). La Situación de Violencia contra las mujeres en Chile. Legislación y políticas públicas. Consultoría Nacional.
Ortega, P. (2010). Educar es responder a la pregunta del otro. Revista Edetania, nº 37 (citado 2012- 04-26). Disponible en: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3708824
Ordóñez, J. (2002). Pedagogía crítica y educación superior. Revista Educación de la Universidad de Costa Rica, vol. 26, nº2, pp. 185-196 (citado 2012- 04-21). Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/pdf/440/44026218.pdf
Escritor: Evelyn Ortiz Retamal