La educación se considera un factor primordialmente necesario para un desarrollo humano más armonioso con nuestros semejantes y con la naturaleza y así edificar un mejor futuro, donde la humanidad pueda progresar hacia los ideales de libertad, paz y justicia. Es necesario implementar un sistema de educación para toda la vida donde los seres humanos desarrollaran las competencias precisas para edificar una vida más feliz, recreada y fundamentada en los valores universales, fortaleciendo la comprensión entre los pueblos.
Es común observar que la humanidad manifiesta un clamor de amor y sed de valores necesarios para la supervivencia de la humanidad y ante ello, la educación tiene la misión de permitir a todos el desarrollo de sus capacidades, habilidades y talentos, además que cada uno pueda responsabilizarse de sí mismo y de la creación de sus proyectos de vida. Somos parte de en un mundo globalizado, donde los avances científicos y tecnológicos nos invaden a pasos agigantados, se difuminan valores y prácticas culturales que son fundamentales, y en este contexto, la educación debe tener la suficiente pasión para extraer la grandeza que se encuentra dentro de cada persona.
Educar en valores, es una tarea urgente, pues estamos inmersos en una sociedad que reclama una atención académica y social en cuestiones que apuntan hacia la formación procedimental, actitudinal y ética de la persona a lo largo de la vida. Sin embargo, es común observar que la educación se centra más a cuestiones que se consideran prioritarias y vertebrales como lo es la carga curricular; sin embargo, se han descuidado aquellos aspectos del desarrollo humano que son sin lugar a duda más importantes.
Es una alternativa basada en la enseñanza de los valores en la sociedad, ajustando los propósitos a las posibilidades de aprender y adquirir de conocimientos a través de propuestas didácticas que permitan a la sociedad actuar como una comunidad democrática de vida y aprendizaje. La educación integral desarrolla todos los aspectos del ser biopsicosocial del hombre, la cuestión de los valores, como parte de su ser espiritual es inevitable. Por más desarrollo que se tenga de las capacidades o facultades humanas, si se carece de valores, sería un proceso educativo incompleto, sin cimentaciones sólidas, que llevarían al hombre a la barbarie y deshumanización.
Nuestro País vive una crisis de los valores, que probablemente se deba al olvido de éstos; todavía se está lejos de que seamos congruentes con los principios humanistas que durante todas las épocas se han proclamado en las diferentes concepciones filosóficas, políticas y religiosas, en busca del bien común. Tal situación nos orienta hacia la búsqueda de alternativas para contrarrestar los antivalores, y esta misión reside principalmente a los padres/madres de familia, quienes deben poner a tención a sus formas de actuar con sus hijos debido a que están formando conductas positivas o negativas, por lo cual se requiere que cada día reflexionemos en nuestro propio actuar de manera que fomentemos valores para vivenciarlos con nuestras familias de manera que nuestros niños fortalezcan su códigos de valores y actúen en base a ellos.
De esta manera, la misión de la escuela mexicana, es incorporar en sus actividades teóricas y prácticas, una ética acorde al presente y al porvenir, para desmantelar paulatinamente el autoritarismo que aún existe en las aulas y que continúa presente en la historia de la educación mexicana, de ahí que el Sistema Educativo Mexicano retoma esta herencia y los proyectos actuales, para dar pauta a quienes aspiran por una educación democrática y equitativa. El problema no está en la mayor o menor información que los jóvenes posean, sino en los principios y concepciones de que disponga para comprender a la sociedad, las cuales les permita interpretar su realidad, los contextos específicos; así como desplegar capacidades y actitudes que permitan practicar adecuadamente los valores en su vida diaria, pero sobre todo para su bienestar personal.
Educar en valores es algo necesario ante nuestra sociedad, sin embargo, impera una urgente necesidad de hacer algo, en un ambiente como el que corresponde vivir, en el que se ha ido trocando la priorización de determinados pilares, dentro de la familiar y, por ende, la de su entorno. Lamentablemente, en esta década se hace cada vez más evidente la desvalorización que está predominando sobre todo en los jóvenes, la cual ya es un patrón de vida cotidiano; no obstante, lejos de “preocuparnos” debemos de “ocuparnos” y hacer lo conveniente desde nuestra trinchera educativa con el firme propósito de encaminar a nuestros jóvenes por el buen camino.
Dentro del currículo de las escuelas, la asignatura que se imparte para fortalecer los valores es la de Formación Cívica y Ética, cuya finalidad es que los jóvenes se formen de una manera integral donde cada uno se concientice de sus obligaciones pero también de sus derechos, que como todo ciudadano tiene dentro de la sociedad. Por eso educar en valores significa contribuir a la formación integradora del individuo por razón de la valoración, los intereses, entre otros. Los valores son muy importantes en nuestra sociedad, que deben ser inculcados desde pequeños, se están olvidando día a día o están cambiando, de forma que los adolescentes carecen de ellos y esto se hace patente en el sistema educativo desde el cual se deben seguir desarrollando la educación en valores que previamente se debió iniciar desde el seno familiar.
Educar con valores es la finalidad de inculcar, reforzar y fomentar los valores en los adolescentes, porque son los que guían a todos los individuos que forman parte de una sociedad.
Los valores impactan en el comportamiento de los educandos porque existen menos problemas con las personas con las que a diario conviven si ellos se rigen con los valores además de que las personas de alguna manera reconocen las actitudes y acciones de cada individuo y un ser con valores es un ser apreciado y respetado.
De este modo, vivir en valores hace de cada miembro de la familia una persona mejor una persona que sabe reconocer sus derechos y también sus obligaciones con la mira de lograr un cambio de esta sociedad cada vez más cambiante y con la mala difusión de tantos medios de comunicación, que lo único que hacen es dar a conocer tantos antivalores que la gente a diario escucha y reproduce en sus acciones.
Es necesario que los docentes y sociedad en general unamos fuerzas y estrategias para poder retomar y fortalecer los valores universales en los alumnos para que vivan en un mundo mejor. Existe la necesidad de hablar de valores y tratar de explicar su importancia y la trascendencia que tiene para la formación de los alumnos en el aquí, en el ahora y en el futuro, y cómo se pueden practicar estos en las instituciones educativas, en la familia, con los amigos, sobre todo que compartan que se trata de una necesidad social, que se exigen respuestas muy concretas y además es una tarea nada fácil.
Los valores se manifiestan en nuestro actuar diario y que en muchas ocasiones es la ausencia de un entendimiento que una nuestras acciones con nuestra filosofía personal de vida, entorpeciendo el cambio favorable restándonos alternativas. No podemos ocultar que hay una crisis de valores entre los jóvenes, lo cual se traduce en pandillaje, violencia, deserción escolar, y es precisamente en las etapas de educación preescolar hasta doctorado donde se han implementado diferentes formas de cimentar y reforzar los valores adquiridos durante toda la vida.
Sin embargo, actualmente existe un déficit sobre la práctica de valores, ante lo que es urgente el rescatarlos, que con toda seguridad están anclados en la mente, arraigados en el corazón, y cuando existe ese compromiso y gran desafío, lograremos triunfar y trascender más allá de nuestra realidad inmediata, contribuyendo hacia una sociedad más justa y armónica. En ese sentido, resulta imprescindible que la educación coadyuve al mejoramiento y perfeccionamiento del hombre, a la concientización de su papel en la sociedad, y tiene como objetivo fundamental formar al hombre integral.
Escritor: Eunice Posada