Es muy difícil definir el arte callejero. Hace parte de una cantidad de concepciones que varían desde las referencias académicas hasta el lugar o el momento histórico que lo bautiza. Lo que sí sabemos con certeza es que está hecho por gente que posee los requisitos básicos para el arte: creatividad y espontaneidad, sin saber si los convierte o no en artistas y con una motivación algunas veces tan compleja como lo que exponen. Es tal el convencimiento que cada artista le imprime a sus obras que tiene la certeza que se verán reflejados los sentimientos de muchas personas. Transmiten un pensamiento de clase, de un grupo, de un colectivo. ¿Eso se logra? ¿Los podemos entender? Algunas veces, otras no. Lo importante es que ellos lo creen así.
¿Podemos decir que hay pureza en este tipo de arte? Claro que no. Ni siquiera en el arte convencional, y es normal. Pero somos nosotros, su público, los que lo hemos llamado arte popular para distinguirlo un poco del otro arte, del de escuela. Los académicos lo han clasificado que es diferente. En todo caso arte es arte. Un artista de escuela posee conocimientos definidos por la academia y lucha por encontrar un estilo que lo defina. Para el arte popular hay otro tipo de referentes en los que la calle hace de academia. La diferencia se encuentra en que para el artista académico existe un deber: gustar a los otros. Para el artista popular el único deber es con ellos mismos.
Si se trata de definir una obra de arte popular entonces debemos remitirnos a la sensibilidad, pero no a cualquier sensibilidad: encontrar respuestas. El artista popular apela sobre todo a la sensibilidad honesta, no la del purista; la del pasajero del bus que ve por la ventana, la del peatón, y por supuesto, la de la competencia que vuelve y pinta otra obra encima, sin recato.
El arte popular de esta manera, está profundamente unido con la gente del común y aunque no en forma de cliente si es su mercado potencial y son quienes consumen este arte. Las obras de arte popular no son simplemente la expresión de un artista individual sino el sentir de un conglomerado.
El arte popular en una concepción amplia es callejero, y en los lindes de lo “ilegal”, con mayor razón cuando incursiona en forma de grafiti: arte rapaz, furtivo, que incomoda. Subversivo y clandestino. No respeta espacio y cualquier lugar es su palestra. No obstante, el mismo ha venido evolucionando como forma de creación, ha recibido influencias transformándose en una variedad de corrientes que van desde usar caracteres que solo entiende el artista y sus iniciados, palabras con significado social y toda clase de dibujos.
En general, el arte popular, en los últimos años, ha ido desarrollando trabajos artísticos más complejos y elaborados mediante el uso de plantillas y otras técnicas que permiten al artista compartir tiempo y espacio con el caminante sin importar si el mensaje es de reivindicación o crítica contra el establecimiento; el artista pone la cara.
La consecuencia de este arte creativo lo incluimos en un espacio más amplio dentro del Arte Urbano . Si bien, no se hace partícipe de la cultura dominante y formal, y no incursiona en espacios previstos y previsibles para esta clase de manifestaciones, se desarrolla en su propia galería: el espacio público. Y así como la gente va y viene, su obra se desgasta ante la vista de todos, o termina debajo de otra.
El arte callejero es un movimiento de ocupación artística del espacio urbano que ofrece una relación diferente con el público, donde el lego también puede participar, experimentar, opinar y criticar. En ese momento el museo se va al carajo y se rompe la distancia entre el artista y el público cuando estos se miran directamente a los ojos: el espectador se siente integrado en el hecho artístico y participa de él.
Por: German Cuesta