Pai Chü I (白居易), poeta del medio T’ang dijo una vez que “ en general, antes de comentar algo, uno hay que se conmueve, luego suspira y canta, así configura la poesía.”( 大凡人之感於事,則必動於情;然後興于嗟歎,發於吟詠,而形於歌詩矣. ) La poesía es el fruto de la pasión y de los sentimientos humanos, mientras que el amor y la añoranza han sido siempre la primera fuerza motriz que les impulsa a los poetas para inventar y crear desde tiempo inmemorial. Tanto en el mundo poético oriental como en el occidental, hay incontables poemas que tratan de la añoranza. Cuando la muerte separó a los dos, cuando el autor hacía mucho de menos a su esposa difunta y sufría, lo único que podía hacer era expresar el más profundo pésame y el dolor, en el torrente que pasa con oleada que nunca volvería. Para Antonio Machado, la muerte precoz de Lenor era insorportable e inaguantable. Tiempo pasó. A pesar que los años le llevaron muchas cosas en su vida después de la muerte de su esposa, aún demostraba afectuosamente un amor profundo en cuanto recordaba a ella.
Algunas veces, el río era la evocación melancólica sobre su niña, Leonor. Aunque el poeta había tratado de olvidar aquella tragedía mortal que se grabó en su mente, la imagen indeleble de su esposa jovencita le recordaba, como un fantasma vagabundo, la memoria feliz que lograron juntos en el pasado:
De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena.
El río va corriendo,
entre sombrías huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza.
Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas,
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea.
Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta.
El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna está subiendo
amoratada, jadeante y llena.
Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra.
Caminos de los campos…
¡Ay, ya no puedo caminar con ella!
(Poema CXVIII, Poesías completas, p.195)
Desde la antigüedad, la tierra natal ha sido uno de los temas principales de la poesía. Sobre todo, en la época antigua que no había comunicación adelantada;
una vez que se marchara del pueblo natal, a veces no tendría idea clara cuándo podría volver; y cuando estaba tan lejos del hogar, ¿ quién le pasaría las cartas familiares ? Por lo tanto en cuanto aquellos poetas sentimentales no podían aguantar tal nostalgia tan avanzada, sortaban versos melancólicos pero bellos, y configuraron poemas universalmente apreciados hasta hoy día.
¿ Pero dónde está mi pueblo cuando cae el sol ? (日暮鄉關何處是? ) La lluvia nocturna incesante en el hospedaje; la luna colocada en lo alto del cielo dando sus brillos diáfanos; el sol poniente resplandeciente que se hunde lentamente detrás del monte…a la vista de espectáculos anteriormente citados de los poeta inconscientemente brotaron sentimientos relacionados estrechamente con el hogar, y les desencadenaron el gran anhelo para volver, y al final desplegaron la vena poética a placer. Mientras tanto, el Duero encarna un símbolo concreto de su nostálgia lejana Andalucia, tierra natal llena de recuerdos infantiles que siempre le invitaba a volver:
…Y nunca más la tierra de ceniza
a pisar volveré, que Duero abraza.
¡ Oh, loma de Santana, ancha y maciza;
placeta del Mirón; desierta plaza
con el sol de la tarde en mis balcones,
nunca os veré ! No me pidáis presencia;
las almas huyen para dar canciones;
alma es distancia y horizonte: ausencia.
Mas quien escuche la agria melodía
con que divierto el corazón viajero
por estos campos de mi Andalucía,
ya sabe manatial, cauCe y reguero
del agua santa de la huerta mía.
¡ No todas vais al mar, aguas del Duero !
(Poema CXXVII, Poesías completas, p.203)
“ Si el cielo siente la emoción humana, va a envejecer su corazón a consecuencia de los dramas sentimentales en la vida terrena.”(天若有情天亦老), poeta talentudo de la dinastía T’ang, lamentó el dolor hondo de los que perdieron un amor verdadero. Aunque pasa la corriente impetuoso día tras día, nunca se lleva la interrogación sobre el sentido de la vida y de la muerte, en el transcurso rápido de los años. La superficie transparente del río, deja traslucir como un espejo radiante la inquietud y la soledad en el corazón del poeta.»
Autor: Wang Jung
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