El movimiento femenino comienza a tomar mayor fuerza a partir de la década de 1930 tanto a nivel internacional y nacional de manera prioritaria como una manera de reivindicar la posición y el rol de género en una sociedad marcada por el patriarcado y el machismo histórico. En nuestro país durante este periodo se vive un momento coyuntural importantísimo correspondiente a la implantación de la Ley de Defensa del Estado o más conocida como la Ley Maldita, impulsada por el presidente de turno Gabriel González Videla que tenía por fin contraponerse a todos estos movimientos “liberales” confundidos y disfrazados de marxismo que se interponían como barrera y una posible amenaza para la revuelta de las masas en contra de la oligarquía – y de sus intereses -.
La creación de la MEMCH en el año 1935 tenía por fin otorgar al género beneficios sociales y mayor participación política, debido principalmente a las paupérrimas condiciones laborales de las mujeres que iba en forma creciente a medida del avance del siglo XX. Además lograron conseguir participación dentro de los ejercicios democráticos en las elecciones municipales del mismo año, reestructurando los procesos políticos y las maneras de realizarla, ya que el electorado se amplía, hay que ejercer nuevas formas de seducir a las masas, nuevas formas de seducir a las mujeres para conseguir el apoyo político. “Entre 1947 y 1973 la participación política de las mujeres se incrementó desde un 19,8% del electorado, con 109.199 votantes en las elecciones municipales de ese año, al 48,9% en 1973, con 1.803.991 mujeres votantes. Para las elecciones de 1973 había entrado en vigencia la reforma a la ley electoral que rebajaba a 18 años la edad para votar y permitía el voto de los/as analfabetos/as.”1
Hasta el año 1953 se obtuvo participación plena de esta organización dentro del aspecto político – social del país, para después disgregarse y actuar en silencio, hasta la reaparición en el año 1983 el procesos de plena dictadura militar en Chile. La organización que se vivió hasta la década de 1950 originó una serie de grupos feministas que se crearon en Chile de manera paralela a los grupos políticos existentes. Si bien muchos de éstos se ligaban con una tendencia política – mayoritariamente de corte izquierdista – ninguna se representaba como parte de éstos. Actuaban como diría Gabriel Salazar, desde abajo, separadas de los conductos burocráticos y del juego político tradicional, su fin era conseguir autonomía. Un poder que trabajase en conjunto con y no siendo parte de. Es así como paralelamente al MEMCH en el año 1944 se crea la Federación Chilena de Instituciones Femeninas comandada por Amanda Labarca, unas de las fundadoras del MEMCH junto a Elena Caffarena, esta Federación agrupaba a todas las instituciones o grupos pro feministas existentes hasta la primera parte del siglo XX como el Partido Femenino Chileno (1946), Asociación de Dueñas de Casa (1947) y otras agrupaciones vecinales y regionales, demostrando un nivel de organización y de irrupción, siendo esta la institución que presentó al Senado un proyecto de ley sobre el voto femenino obteniendo apoyo de todos los sectores políticos, para poder acceder a la totalidad de los derechos políticos que se habían iniciado con las elecciones municipales del año 1931, consolidándose por completo el 8 de enero de 1949 bajo el gobierno de Gabriel González Videla con la firma de la ley 9.292 de Sufragio Femenino.
1 Valdés Teresa, Democracia y Participación política en mujeres. Notas desde una trayectoria militante, página 5 (http://idh.uv.es/demujeres/pdf/clausura.pdf)
Autor: Nicole Ruiz Peña.
Enero 2014.
Nicole.ruiz.pena@gmail.com
a para las parlamentarias de 1951 existían candidatas femeninas, lo que habla de una fuerte y rápida inclusión de los partidos políticos femeninos dentro de la escena nacional. Las primeras parlamentarias electas fueron la abogada Inés Enríquez (diputada radical por Concepción, Talcahuano, Tomé, Yumbel y Coronel) en 1951 y María de la Cruz, del Partido Femenino Chileno, como Senadora por Santiago en 1953.2
Muchas de estas agrupaciones poseían tendencias izquierdistas, ya que por la visión machista y paternalista de la sociedad chilena – de manera histórica – el rol de la mujer era relegado sólo a las acciones del hogar y la crianza. El contexto internacional a finales de 1950, con la Revolución Cubana hizo que la tendencia izquierdista fuesen demonizadas de cierta forma por la posibilidad de una revolución proletaria. En la década de 1960 surge un partido político clave dentro del escenario nacional, hablamos de la Democracia Cristiana que se presenta como una opción moderada de los extremos políticos, cabe mencionar que para las elecciones de 1964 en el triunfo de Eduardo Frei, mucho del porcentaje electoral que lo favoreció fue en gran medida mujeres que tras la aprobación del voto femenino vieron en este escenario una opción que no era tan radical hacia la izquierda ni tampoco a la derecha, en 1964, lo hizo el 62.7% de las inscritas.3
“Incluso aparecen en la sociedad democrática chilena, las posibilidades de que ciertas categorías sociales adquieran significación en cuanto a formas nuevas de expresión. Así, hay demandas asumidas y expresadas por el movimiento juvenil y, más tímidamente, por sectores de mujeres, ya como categorías sociales específicas. La sociedad aparecía dispuesta, aunque no sin pugnas, a la expresión de lo juvenil y lo femenino, más allá de proyectos ortodoxos.”4 Durante la primera mitad del siglo XX el surgimiento del MEMCH se debía principalmente a la reivindicación de la “cuestión social” y de la integración de la mujer dentro del ámbito laboral y económico nacional. A estas alturas, casi en el siglo XXI, la lucha se ve encaminada mucho más allá de una reivindicación de género he igualdad, se traduce en una lucho continua por cambios estructurales por una reivindicación de clase, más sobre todo por los cambios políticos y el inminente derrumbamiento de la democracia chilena y los aparatos burocráticos con la llegada al poder de Salvador Allende en el año 1970, aun así cuando la pelea se convertía en transversal, los sesgos de una cultura patriarcal fueron la gran sombra de todas estas figuras femeninas, recordemos que el poder de la mujer se vincula con la diversificación y la influencia, es ella quién puede influir sobre las decisiones de la familia, a sus hijos, entre otros. Los vínculos de la familia – mujer nunca se pudieron soslayar, es más fueron una carta de contrapeso proveniente desde el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y de la iglesia Católica a partir de Rerum Novarum de principios del siglo XX para alejar a la mujer dentro de la inclusión a la vida misma y tildando esta “emancipación” – por llamarla de alguna forma – de izquierdista por romper con los cánones históricos de la familia como prototipo.
2 BCN Minuta, Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. N° 38-12 Mujeres y política en Chile antecedentes históricos. Artículo PDF – Revisar Bibliografía
3 BCN Minuta, Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. Algunos antecedentes históricos sobre la incorporación de la mujer a la política en Chile. Artículo PDF – Revisar Bibliografía
4 Kirkwood Julieta, Chile: La Mujer en la formación política, Flacso, Santiago de Chile, Número 109, Mayo 1891, página 5.
Escritor: Nicole ruiz peña