En mi profunda soledad solo hubo un momento en el cual pensé o más bien llegué a pensar que mi vida merecía algo la pena. Fue cuando mis sentidos se volvieron a activar después del prozac, cuando volví a sentir en mi piel el aire rozándome, cuando la luz entro dentro de mis cuencas oculares y me hizo ver, porque hasta ese día estaba ciego, ciego por una luz que realmente era oscuridad, oscuridad que me cegó, pero que después ella misma me devolvió la vista, el gusto por la comida perdido por la gula de los medicamentos, que me hacían engullir pero nunca paladear y el sonido de la palabra en tus oídos que hasta ese día todo era como el ronroneo de un gato.
El día de mi despertar era viernes, un viernes cualquiera, en un mes cualquiera, en un año para olvidar. Me desperté y el despertar fue claro como un amanecer en plena montaña, como si hubiera dormido en el risco más alto y los primeros rayos del sol me despertaran incidiendo los primeros rayos de sol, calentando todo mi cuerpo, así fue mi despertar, pero me alegro que fuera así, me di cuenta que estaba vivo, que respiraba y que ese aire que respiraba era puro y no viciado como había sido hasta ese día, comprendí entonces que vivía y que la vida llevada hasta ese momento solo había sido un piedra que debía dejar en el camino.
Aquel día desayuné como todos los días, pero no fue igual, la tostada que me había comido durante casi un año repitiendo el mismo ritual, me inundo de un sabor amargo por el aceite que contenía, por fin, volvía a sentir el gusto amargo y picante del aceite, mi sensación fue tal que parecía que era un bebe descubriendo sus primeros sabores y dando sus primeros pasos, ya entonces me estaba dando cuenta que algo había cambiado en mi vida, nunca en ese año el desayuno me había hecho experimentar tales sensaciones y en ese instante decidí que no tomaría de nuevo esa pastillita de cada mañana desde hacía un año, el prozac iba a desaparecer de mi vida, me costara lo que me costara.
Mi siguiente paso fue el mismo de todos los días durante ese año, porque aunque ya había experimentado el cambio en el despertar y en el desayuno, decidí que tenía que saber hasta dónde había sido este cambio y me propuse a investigarlo haciendo todo aquello que hacia diariamente como si fuera un autómata y que desde esa mañana se me está antojando diferente, pues decidí seguir, me introduje en la ducha y desde el momento mismo de desnudarme sentí que nada era igual, por fin sentí ese frío característico de despojarte de la ropa y el miedo a ser visto, ante tu desnudez, como cuando haces el amor por primera vez con la persona a la que amas, tu desnudez provoca un miedo mutuo de ambos por no saber que sentirá el otro de ti ni tú mismo de ella, seguidamente, entre en la ducha y el frío de la cerámica me confirmo que este día iba a ser muy diferente a los demás, la piel se me erizo y ese escalofrío que había entrado desde que me desnude recorrió todo mi cuerpo desde la planta de los pies hasta el último cabello de mi cabeza, cabeza entonces con suavidad abrí el grifo de la ducha y un caudal de agua fría que fue tornándose poco a poco en agua tibia procedente del calentador me hizo sentir en todo mi cuerpo todas las tonalidades de calor y frió que desde mucho tiempo no había sentido, fue una ducha de iniciación y digo esto porque nunca había sentido sobre mi piel tantas sensaciones como en con aquella ducha de aquel día de mi renacer.
Todo tiene un principio, antes de proseguir, contando mi renacer, es justo contar también mi muerte, no en este mundo real pero si en mi mente.
Había sido un cumulo de fatalidades, la primera fue enamorarme de una mujer a la que le importaba mas su familia que su marido, porque si caí en el error de casarme, pero eso hoy en día se soluciona con un abogado, de todos modos tengo que reconocer que ese enamoramiento hacia ella me tenía tan alejado de la realidad, el cual era tapado un tupido velo delante de mis ojos, que a pesar de tener consejos de amigos y familiares que me hacían ver a diario, que no iba por buen camino, yo seguía ahí, queriéndola y amándola con toda mi alma y mi ser, de hecho nuestras relaciones sexuales eran muy intensas y en cualquier sitio, cosa que me sorprendía bastante, debido principalmente a su fuerte moral cristiana y su sentido del pecado, pero parece ser que esto desaparecía cuando sentía la necesidad sexual, esto me llevo también a pensar alguna vez, en posibles infidelidades por su parte, debido a estos impulsos obsesivos, pero lo cierto es que me estaba desviándome de un camino que siempre me había marcado en mi vida, ese no era otro que ser feliz, alegre, disfrutar de las amistades, familia y en definitiva de todo lo bonito que hay en este mundo, ella había conseguido en el periodo de seis años hubiera pasado de ser feliz a ser un persona totalmente infeliz.
El punto culminante a esto fue un día que estando de baja por enfermedad, se paso por la cabeza realizar una de las locuras más grandes de mi vida, quitarme la vida, aquello que yo amaba con tanto fulgor, quería deshacerme de ello con un corte rápido y preciso en mis venas. Con toda la sangre fría que caracteriza, creo yo, a los suicidas, porque para suicidarte no hay que tener la mente caliente sino mas bien helada, me fui despidiendo de todos los familiares que me importaban, e incluso me despedí de ella, le escribí una carta, y entonces me fui, me monte en el coche y me puse a conducir sin saber a qué dirección irme, se sucedían las llamadas, hasta que decidí apagar el móvil, que me estaba atormentando con su sonido constante.
Entonces sin darme cuenta había llegado a un sitio que para mí y mi familia había supuesto mucho, principalmente por la devoción que sentía mi abuelo por esa imagen, no era otro sitio que una Basílica y me propuse entrar, no era la primera vez que había ido allí, pero sin embargo, me pareció distinta, tan distinta que decidí quedarme allí, y estuve cerca de dos horas, allí sentado, observando todo a mi alrededor y eso me llevo a pensar mucho en mi familia y en el daño que podía ocasionar mi muerte en la familia, mi madre no podría superarlo, ni mi padre, nadie que me quisiera y entonces decidí que mi vida era más preciada que todos los problemas del mundo.
Cuando llegas a ese punto sin retorno, haces balance de la vida que has vivido y sueles pensar en el futuro que te espera tras este punto de inflexión, en ese momento mi vida era un caos y no sabía que es lo me esperaba más allá de ese tan fatídico día, pero bueno decidí echarme hacia adelante y dejarme llevar por la pasión en la vida, lo más bonito que un ser humano puede perder es la pasión por vivir, porque la vida es el bien más preciado que tenemos, ni siquiera el dinero, las posesiones, solo la vida es irreemplazable, pero creemos que vivir no es nada.
Después de aquella decisión dirigí mis pasos de vuelta a casa, pero una casa en la cual no me encontraba a gusto, ni siquiera la consideraba mi casa, era la casa de mi mujer, pero bueno tenía que volver a algún sitio como referencia al inicio de mi nueva vida. Decidí entrar tranquilamente pero inesperadamente me encontré con una maraña de gente, entre ellos autoridades que me habían estado buscando, que ironía buscándome cuando lo más seguro que no me hubieran encontrado nunca, pero entonces mi llegada no resulto tan tranquila como yo esperaba, eso me alteró un poco pero decidí tranquilizarme.
Lo que no esperaba nunca es lo que sucedería en los días venideros, cuando te pasan accidentes de este tipo, te das cuenta realmente con quien puedes contar y con quien no, en los días venideros a mi intento de suicidio, sucedió cosas que hicieron que las cosas se decantaran hacia un extremo inesperado hasta por mi.
Escritor: Sergio González Brenes