La filosofía en cuanto reflexión sobre la realidad, se ha visto marcada en los últimos tiempos por un desprestigio social que coloca esta actividad humana y racional en un cuasi olvido, del que el hombre es quien resulta más afectado por perder un horizonte que conduzca el pensar y actuar en sentido consistente. En este desprestigio filosófico, se pretende asumir una falsa resignación de ser sólo espectador desinteresado de la realidad y sus sucesos, sin importar el cuestionamiento de los principios fundamentales de la existencia, porque ingenuamente se considera que éstos vienen provistos verdaderamente o por el sentido común o la ciencia.
Dimensiones desde las cuales, no es posible plantear una existencia propia para la filosofía, por lo que en la mayoría de los casos se considera a ésta como una mera perdida de tiempo que no deja una utilidad práctica; siendo esta visión una de las raíces importantes del desprestigio en el cual ha caído la labor filosófica. En el contexto de esta visión, se concibe de valor sólo lo “práctico” y lo “utilitario”. Dicho en otras palabras, lo “inmediato” que pueda ser tomado tal y como viene, sin reflexión previa.
A este conjunto de prejuicios, tan hondamente arraigados en las conciencias populares, es a la que el futuro docente de la filosofía se enfrenta en los salones de clase, y si en primera instancia no cuenta con el debido conocimiento para voltear esta errónea concepción, será antes que nada un cómplice del mismo desprestigio filosófico, valiendo en casi nada, rellenar dos o cuatro horas a la semana con un discurso que nada tiene que ver con la realidad del oyente, creándose y fomentándose el círculo vicioso de enfrentar al alumno, con un mundo que parece tener su lugar sólo en la cabeza de quienes lo han planteado y fuera de ellos accesible sólo a inteligencias capaces de aprender lo postulado en los sistemas y doctrinas filosóficas.
Si esto no es tomado en cuenta por el expositor-docente, no habrá una enseñanza posible de la filosofía encaminada a cuestionar y formular las mismas preguntas que el autor en turno esté planteando al momento de la exposición, lo que se lograría al hacer ver que del mismo modo en que surge la interrogante al filósofo, puede surgir también del interior de cada estudiante, con la misma fuerza, que pida una contestación recia y no sólo la memorización de problemas filosóficos.
En este sentido, la enseñanza de la filosofía es posible sólo mediante este camino de motivar y despertar el interés por pensar los problemas presentes en la realidad, tomando como base el pensamiento de los autores a tratar en los cursos de preparatoria, y procurando no hacer ver estos discursos como parte de un pasado perdido; pues todo problema filosófico, no ha sido resuelto en ninguna época; siendo que a lo más que se ha llegado es a plantear posibles soluciones que son válidas en el contexto del pensamiento del autor; pero como el mismo pensamiento se halla inmerso en el devenir del mundo, éste ha de estar cambiando constantemente al mismo ritmo que la realidad. Cuestión que el docente habrá de tener en cuenta al momento de sus exposiciones, para no confundir los discursos con meras repeticiones sin ninguna vinculación con el tiempo vivido. Al contrario, cada filosofía puede ser concebida como una forma de cuestionar la realidad, trayendo los problemas a un presente que de igual modo exige solución a interrogantes como en el pasado.
El saber enciclopédico, será la herramienta fundamental que permita establecer este juego entre alumno y maestro para despertar el interés por la reflexión, más nunca el contenido de los cursos; ya que si no se tiene esta capacidad de entender la problemática que se expone, se queda entonces en un nivel de pura exposición y transmisión de datos, que en muchos de los casos, son fragmentarios y mal expuestos por los docentes.
Si no se cuenta con esta capacidad, la enseñanza de la filosofía encaminada a repensar problemas o pensar en nuevos problemas filosóficos, no podremos dar una contestación a la pregunta inicial: ¿es posible enseñar filosofía en preparatoria? quedándonos con un simple no, porque enseñar la filosofía, no es la transmisión de saberes sin el objetivo específico que sea motivar a la reflexión y toma de postura racional sobre la realidad en que se encuentran los estudiantes.
Con esto, surge el problema sobre si es posible llevar a cabo esta enseñanza de la filosofía, estando determinados por un plan que exige cumplir con objetivos específicos en un corto tiempo. Haciendo un poco de conciencia, preguntémonos, por mucho que el expositor cuente con un gran conocimiento y capacidad para abordar los problemas filosóficos, hasta dónde se puede plantear esta enseñanza creadora y reflexiva, si para ser sinceros, ésta no es cuestión de seis meses, ni de un año, ya que en un corto tiempo, no es sólo una doctrina la que se pretende abordar, sino los 26 siglos de reflexión filosófica. Por tanto, considero que si se plantea la enseñanza de la filosofía ha de terminarse en primera instancia con el orden académico-institucional que la sujeta, o de lo contrario, desaparecerla de los estudios preparatorios, porque no tiene sentido entrar a una clase y oír solamente lo que dijo fulanito, por quién sabe que ocurrencia y quién sabe bajo que motivación.
En conclusión, la enseñanza filosófica a nivel preparatoria, es posible sólo bajo estos lineamientos:
1.- Será necesario tener un gran bagaje filosófico que permita entrar y salir de una concepción filosófica, haciendo ver lo que ésta misma pueda dejar de aportación al crecimiento individual del receptor.
2.- Presentar toda filosofía como una problemática existente en el tiempo presente, capaz de ser abordada en el mismo sentido en el que con anterioridad lo fue.
3.- Liberar la enseñanza de la filosofía de la carga académica que impide un desarrollo contundente y problemática en los salones de clase.
Escritor: Mtro. José Antonio Mondragón.