Walter Ong en su texto Oralidad y Escritura, nos permite reflexionar acerca de la importancia de la reestructuración de la conciencia y el conocimiento, y las determinaciones que la escritura tuvo en dicho proceso. Es evidente que las culturas netamente orales estructuran el saber y el acercamiento al mundo con procesos mentales menos sistemáticos, que aquellas que tienen en su haber la posibilidad de registrar, revisar y difundir por medio de la palabra escrita tanto sus exploraciones científicas, como sus procesos creativos.
Frente a este proceso de sistematización y registro, la evaluación y revisión que posibilita la escritura, constituye un papel fundamental que permite reconstruir los diferentes discursos en el tiempo, que permite realizar correcciones, indagar y cuestionar teniendo las opiniones antecesoras. La escritura es memoria y conocimiento. “En la escritura, las palabras, una vez “articuladas” exteriorizadas, plasmadas en la superficie, pueden eliminarse, borrarse, cambiarse. No existe ningún equivalente de esto en una producción oral, ninguna manera de borrar la palabra pronunciada: las correcciones no eliminan un desacierto o un error, sino meramente la complementan con negaciones y enmiendas”, así Ong enfatiza su carácter dinámico e histórico.
El paso de la oralidad a la escritura supuso en la antigüedad una resistencia, por ejemplo Platón considero que la escritura tenía un menor grado que la oralidad y que había procesos que se perdían en el registro escritural. Sin embargo la historia se encargó de mostrar que su opinión era errada y que la escritura constituyó para el hombre la primera tecnología que le dio la posibilidad de condensar y difundir el saber, permitiendo no solamente las exploraciones y análisis científicos, sino también la elaboración estética y social.
Podría pensarse que está resistencia de Platón frente a la escritura, se presenta actualmente en relación a la imagen; ya que se desconoce en los ámbitos escolares las posibilidades de acercamiento a la realidad, los procesos mentales para acceder al saber codificado del objeto visual. La oralidad tiene un valor menor que la escritura. La imagen tiene un valor menor que la escritura.
Sin embargo, las imágenes pueden constituirse como recursos de referencialidad, como saber que permite ubicar o desentrañar aspectos sociológicos y culturales. Barthes frente a la imagen “primero de Mayo de 1959 en Moscu de William Klein afirma “el fotógrafo me enseña cómo se visten los soviéticos; noto la voluminosa gorra de un muchacho, la corbata de otro, el pañuelo en la cabeza de la vieja, el corte de un pelo de un adolescente”. En este sentido, se puede afirmar que la fotografía es un lenguaje sumamente amplio que permite modificar la realidad, subexponer o sobreexponer y crear desde los recursos técnicos nuevas exploraciones para acercarse a una situación o sujeto.
Soulage, en su texto “Estética de la fotografía” plantea que la imagen fotográfica se asume no como una cita de la realidad, sino como una “historia puesta en escena”. En este sentido los creadores no pretenden solamente capturar en un ejercicio mimético un instante determinado, sino que se convierten en sujetos actuantes que deciden y determinan, “el fotógrafo no es un cazador de imágenes sino un perseguidor de negativos, un homo faber. No se toma una foto, se la hace”. La imagen constituye un ejercicio de creación, y también de reflexión. Supone la intención comunicativa del creador y la apertura critica del espectador con el fin de completar los lugares de indeterminación expuestos en el objeto visual.
La imagen constituye una forma de conocimiento, una forma de estructuración de la conciencia. El constante flujo de información de los últimos 20 años, transformo las dinámicas de lectura e interacción, los modos de sistematizar y organizar las experiencias vitales y las miradas y concepciones del mundo. Por esta razón es indispensable que se articulen y promuevan la creación, crítica y reflexión en los espacios escolares, que se masifiquen los proyectos audiovisuales y se incorporen no solamente como herramientas didácticas de los procesos de enseñanza-aprendizaje, sino fundamentalmente como elementos del entramado cultural. Las formas de leer han cambiado, las maneras de registrar la realidad han cambiado… entonces por qué no abrir espacios de indagación ante la imagen? Por qué no concebirla como una posibilidad de acercamiento al conocimiento que coexiste con la escritura?.
Los planteamientos frente a los medios y tecnologías en la educación han ido articulando estás problemáticas, tal es el caso del Proyecto de Educared y Fundación Evolución en Argentina «Luz Cámara Participación» que pretende proporcionar a sus estudiantes herramientas teóricas y prácticas, con las cuales puedan realizar procesos de producción y critica de proyectos audiovisuales, pasando desde la fotografía fija hasta la imagen en movimiento.
Es responsabilidad de los espacios escolares articular en los procesos de enseñanza-aprendizaje la coexistencia de escritura e imagen, con el fin de que se generen propuestas más críticas y creativas que permitan comprender el entramado social y visibilizar las problemáticas culturales desde otras perspectivas.
Escritor: Milena Amaya