La aptitud se manifiesta por la capacidad de integrar la profesión en la propia vida y en la propia vocación con un compromiso personal, se tiene un profundo entendimiento de lo que se hace y para que se hace para aprender a valorar el bien personal y el del alumno. Solo un compromiso personal del educador garantiza un adecuado desempeño de su profesión. Muchas veces necesitaremos paciencia, que forma parte integral de la virtud de la fortaleza.
Aptitud no es solo disposición para hacer las cosas, sino es tener las capacidades, que a veces son parte nuestra personalidad o heredados y otras se deben adquirir mediante el aprendizaje y el ejercicio de la profesión. No estar apto para ejercer la profesión docente falta a la moral porque la enseñanza resulta ser ineficaz para los alumnos.
El profesional de la educación con vocación tiene claro el fin que persigue, le gusta perseguirlo y encuentra alegría en ello, está a gusto y cómodo en lo que hace, se exige más, conoce y acepta las exigencias de su profesión sin ser todo esto intolerable sino una motivo de alegría para él. Este educador se gana la confianza de sus colegas y educandos y se puede esperar de él una verdadera educación. Al contrario quien trabaja sin vocación su objetivo es netamente material.
2. Actitud del profesional de la educación ante los bienes de su práctica. El docente por vocación aspira a la perfección para el beneficio personal y el de sus alumnos. Este docente piensa como un practicante reflexivo, que sabe reconocer entre el error y la verdad, no busca el poder abusivo sino la comunicación. Además, el docente por vocación se entrega tratando por todos los medios posibles resolver las dificultades que se interpongan, busca la comunicación ya que el dialogo siempre edifica. Un profesor de calidad debe poseer cualidades intelectuales, morales, artísticas y carácter comunicativo.
3. La dignidad de la profesión docente. Un maestro sabio conoce que la especial dignidad de su profesión no proviene de reglas estereotipadas, sino que entiende más factores que le dan dignidad.
a. que el profesor trabaja con personas, de esta manera direcciona la inteligencia y la libertad animando a descubrirse.
b. que es en el proceso de la actividad pedagógica donde se crea la personalidad del alumno, integrándose a si a un grupo social.
c. la capacidad de servicio con amor dirigida a la felicidad. Para ser un buen educador se necesitan a las personas de las más altas cualidades y carácter, con afán de superación, que tengan la seguridad de un noble y asegurado trabajo con fuerte carga moral, y la opción de vivir honradamente según su propia conciencia y distintiva que la profesión le da. Se exige del educador un pensamiento reflexivo y práctico, que cultive buenos rasgos de carácter, comprometido con el desarrollo de su propia madurez ética y psíquica.
4. Rasgos de la madurez profesional. Madurez profesional se refiere a poner equilibrio en todo el quehacer educativo, saber donde más se le necesita y quien más lo necesita y solo para lo que se le es llamado. Es parte de la madurez profesional el saber integral la vocación-profesional en la vida, en un lugar adecuado de preferencia, estableciendo una jerarquía respecto a sus demás deberes como, su familia, la escuela, con sus alumnos y consigo mismo. Es maduro cuando se da cuenta que no lo sabe todo, necesita una ética normativa que avara dimensiones sobre la conducta, y le sirva de guía para mejorar en su tarea.
Escritor: Karina García