Del mismo modo que cada sociedad tiene sus propios tipos de amor prescritos y sus tipos proscritos, las diferentes concepciones normativas de la conducta amorosa no son iguales para hombres y mujeres. En nuestra cultura, el amor no significa lo mismo para unos y para otros. En general, para las mujeres el amor es el eje de su vida, son enseñadas desde muy pequeñas a cuidar de los demás y estimar, y sus temas de conversación giran alrededor del mundo íntimo y privado. El hombres, en cambio, basan su identidad en el trabajo, sus temas de conversación tratan sobre el ámbito social, político, laboral, o de ocio, y tienen la parte emocional inhibida.
Fina Sanz (1995) califica los mundos masculinos y femeninos como subculturas diferentes. En la subcultura femenina, la sexualidad está aún muy unida a la afectividad. La educación sexual que se da a las chicas pone el énfasis en los peligros asociados a la actividad sexual, sobredimensiona las emociones, el romance y el amor e inhibe el deseo ya que, si muestra demasiado interés por la sexualidad, una mujer puede ser considerada demasiado experimentada sexualmente, y puede recibir el calificativo que más le atemoriza: ser -la fàcil-. Fruto de esta educación es que las mujeres necesitan amar para desear sexualmente, por lo que la relación sexual es para ellas una especie de entrega interior, una forma de compromiso que sueña con la continuidad. Esta educación fomenta también la fantasía del príncipe azul, que conlleva la espera de que la vida cambiará desde el exterior, cuando el príncipe aparezca.
Por el contrario, en la subcultura masculina hay una mayor escisión entre lo sentimental y lo fisiológico, por lo que la relación sexual, vivida como una práctica física necesaria e importante, es una acto puntual sin compromiso futuro. En cuanto a las emociones, éstas están devaluadas y la necesidad de intimar se considera una debilidad. La vivencia de la sexualidad es una demostración de masculinidad y tener muchas relaciones heterosexuales refuerza la identidad de varón. El único riesgo, o fantasma, es la calidad de su aptitud sexual: -no estar en el altura‖. En definitiva, para los varones la sexualidad es mucho más positiva que para las chicas, ya que no hay asociados tantos temores ni restricciones.
Autor: Materiales de sexualidad. Rosa Sanchis.