Desde su aparición sobre faz de la tierra, el hombre ha convivido con un sin fin de problemáticas y situaciones que de cierto modo, al principio resultaron incomprensibles para sus alcances mentales, de ahí que fuese necesaria la construcción de múltiples posibilidades de responder a ellas. El mito como forma de explicación de los fenómenos naturales se convirtió en el primer acercamiento a darles respuesta, pero esto no sería suficiente, pues no cabe duda que la razón es el gran capital propio del hombre y a través de la razón éste ha intentado dilucidar y construir explicaciones más allá de esas primeras aproximaciones en torno a los más complejos asuntos que encuentra a su paso, de esta forma en busca de respuestas elaboradas, la filosofía emerge como la primera forma de manifestación del “logos” humano.
Sin importar el punto geográfico exacto en el que se ubique el origen de la filosofía como acción humana del “preguntar” y el “intentar” responder a partir de la razón, es indudable que se les debe a los filósofos griegos el primer esfuerzo sistematizador y organizador de éste ejercicio en un cuerpo con forma y con sentido, de ahí que no es apresurado pensar que son ellos “los fundadores” de la verdadera filosofía, su esfuerzo va mas allá de la simple construcción de un cuerpo epistemológico propio, así como de la conciencia por un método, son ellos los “filósofos griegos”, los que construyen una concepción de la filosofía, no solamente como apropiación y empoderamiento de la razón en la vida del hombre, sino como forma de vida, como acto vital humano, de esta forma la filosofía pasa a ser simple ejercicio para convertirse en suprema aspiración, conducida por el deseo de verdadera sabiduría, comprendida por la civilización griega como la búsqueda por las primeras causas, los principios propios del universo, carácter principal promovido por los “filósofos”, no referida de manera limitada a una simple erudición.
Y es que no puede hablarse de filosofía sin acudir a su eje fundante, puesto que desde Parmenides, pasando por Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Hegel hasta Heidegger, la filosofía ha respondido a un fundamento propio, exclusivo y natural, la “pregunta por las primeras causas y los primeros principios”, es decir se puede afirmar sin temor alguno que la “filosofía” ha estado íntimamente ligada a la “Metafísica” como campo propio de su ser y su hacer. Aristóteles reuniría a un conjunto de sus escritos y los llamaría “Sobre las primeras causas y los primeros principios”, escritos que posteriormente adquirirían el nombre de “Metafísica” quizás de manera accidental pero sin lugar a duda el accidente ha servido de la misma forma para re-significar, para dotar su nombre de sentido. Aristóteles comprendía la filosofía como modo de saber, como función intelectual y como modo de actividad, no simplemente como el conocer, el vulgar “saber” quizás como hoy muchos lo interpretarían, la acumulación de conocimientos sobre las cosas, la memoria y la repetición sistemática de cuerpos epistemológicos específicos.
Ya en tiempos recientes, Heidegger afirma con claridad que “la filosofía apunta siempre a los primeros y últimos fundamentos del ente y lo hace de manera tal que el hombre experimenta de forma relevante, una interpretación y definición de su meta en tanto existencia humana”, la filosofía es metafísica, no se podría considerar el ejercicio filosófico alejado de la comprensión de los primeras causas, de los primeros principios, no puede pensarse una filosofía carente de metafísica. Ahora bien he allí la importancia de internarse de manera aventurada en el vasto campo de la comprensión metafísica, porque solo desde allí, puede hacerse verdadera filosofía.
Pero dicha “verdadera filosofía”, no responde al patrimonio propio de un pueblo, de un agente de conocimiento específico, de un lugar determinado o de una época concreta, pensar que la filosofía moderna se debe imponer sobre la filosofía medieval, o que la filosofía de origen europeo debe imponerse per natura a la filosofía asiática, o latinoamericana es tan absurdo como llegar a considerar que los vehículos antiguos son mas útiles que los vehículos actuales por el simple hecho de ser más actuales. Muestra de ello es la absoluta vigencia de las premisas Aristotélicas, Tomistas o Marxistas en el mundo de hoy, pero no por el simple hecho de ser antiguas se deben imponer, como tampoco deberían imponerse por el simple hecho de ser nuevas, se imponen porque su cuerpo de argumentación soporta y satisface necesidades explicativas especificas.
Es allí donde cobra entonces sentido el dialogo intercultural, el dialogo entre discursos filosóficos que le apuntan a una misma respuesta o por lo menos a un acercamiento acercado a la cuestión. Quizás el hecho responda a que la filosofía latinoamericana aparentemente no se ha preocupado de manera evidente (para los ojos europeos) por el problema metafísico, si así fuese, debería entonces admitirse que América latina no posee un “cuerpo de pensamiento filosófico propio”, no posee “identidad en su quehacer y pensar filosófico” y por razón consecuente admitir que el proyecto filosófico latinoamericano, aun no inicia, aun no comienza. Pero negar la existencia de una “identidad del pensamiento filosófico latinoamericano” sería negar la existencia de Latinoamérica misma. Ahora cabe precisar que se parte de un hecho “La Filosofía” es una sola, no le pertenece a Europa, tampoco a Latinoamericana, no puede estar dividida en pequeñas parcelas, solo hay una filosofía en la que convergen distintas formas de pensar el mundo, distintas visiones, distintas posibilidades.
Autor: Oscar Mauricio Arias Rincon