El contexto de Chile en las primeras décadas del siglo XX estuvo marcado por el descubrimiento de la identidad nacional, tanto por los movimientos políticos y sociales, como los artísticos. Comenzando por las revoluciones obreras, del salitre, del carbón, y por el surgimiento de líderes que alzaron la voz de manera crítica. Bajo el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, quien derroca a los partidos conservadores, el país sufre importantes cambios: los intereses populares se comienzan a manifestar institucionalmente, los gremios, sindicatos, clase trabajadora, jóvenes y estudiantes aspiran a nuevos aires de mejoría.
Respecto al área cultural, esta se encontraba a medio ejecutar, no existía un ente que generara espacios de cultura, sino que estaba dividida en variadas organizaciones, como por ejemplo la “Dirección General de Bibliotecas, Archivos y Museos”, el “Departamento de Extensión Cultural del Ministerio del Trabajo” y la “Dirección Superior de Teatro Nacional” dependiente del Ministerio del Interior . Los intelectuales, que se encontraban en la búsqueda de espacios gubernamentales que cedieran a la propuesta sobre la profundización y popularización de las artes, criticaban a los gobiernos anteriores respecto al quehacer cultural, acusando que: “…no se levantaba el nivel cultural y artístico de la población. Así, la Biblioteca Nacional no debe esperar pasivamente que el pueblo vaya a ella. Debe ir en busca del pueblo (…), el DTN ni siquiera ha intentado levantar el nivel del teatro chileno y menos aún orientarlo, estimularlo y colocarlo a la altura de los progresos teatrales operados en otros países ”.
A pesar de sentirse aislados por parte de los gobiernos anteriores, supieron perfeccionarse, conservar y generar riqueza cultural para entregarla a las clases desposeídas. Esto se ve reflejado en las acciones que decidieron emprender. Se propusieron centralizar la labor cultural en un solo organismo público dotado de presupuestos más amplios y personal calificado. Este servicio Estatal debería crear :
– Una red de Bibliotecas en variados lugares públicos.
– Museos de arte popular.
– Editorial del Estado que publique literatura nacional y difusión cultural.
– Premios Nacionales de literatura, artes plásticas, música y teatro.
Ya que el gobierno no efectuaba estas metas propuestas por el movimiento popular, la Universidad fue haciéndose cargo progresivamente. Si bien el Estado aportaba con el financiamiento, fue la Institución y sus universitarios los que dirigieron y tomaron las decisiones respecto a sus funciones.
En este contexto desamparado, el panorama teatral era muy distinto a lo que hoy conocemos. En década de 1930, existían distintos grupos aficionados: el Instituto Pedagógico, Escuela de Derecho y Escuela de Bellas Artes. También existían compañías profesionales, donde el arte dramático solo era considerado un área de entretención:
– Figuraban los actores o actrices estrellas. El resto del elenco no poseía mayor protagonismo.
– El texto dramatúrgico no se respetaba.
– El espacio escénico no era considerado, no se profundizaba en el lenguaje estético.
– Lo que regularmente se trabajaba en teatro era la opereta, la zarzuela, el sainete y la farsa.
– El quehacer artístico del país se generaba solo en Santiago.
– Las condiciones de producción teatral eran inestables: rotaban sus componentes de una compañía a otra, solo las primeras figuras se remuneraban, los autores eran empresarios, el teatro no era un espectáculo permanente.
-La precariedad en el repertorio exhibido: no existía la posibilidad de estudiar los textos con anticipación, ni contaban con el dinero para representar espectáculos decorosos, no podían aprenderse el texto .
Dadas estas condiciones, un grupo de estudiantes del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, conformaron un grupo que en sus inicios se denominó CADIP (Conjunto Artístico del Instituto Pedagógico) y que posteriormente se transformaría en el Teatro Experimental. Este grupo fue constituido por su fundador Don Pedro de la Barra, acompañado 20 actores y actrices. Todos ellos, inspirados por su pasión por el teatro y los nuevos ideales que surgían a partir de la situación político-social del país, el año 1941 decidieron poner en jaque la creación y estructura teatral, planteando nuevas necesidades y propuestas de índole profesional, artístico y valórico La producción de un gran programa de extensión dentro de la Universidad de alto alcance para ampliar la difusión de la realización artística a sectores no solo universitarios, sino a nivel país, de manera masiva.
Necesidad de hacer un reemplazo de los valores estéticos que predominaban en el teatro nacional. En consecuencia, evitaron el criollismo y el naturalismo que se trabajaba hasta ese entonces. Necesidad de cambiar temáticas y dar cuenta de las problemáticas sociales y humanas de la actualidad. Dejando de lado los temas locales y anecdóticos de las obras. Teniendo como consecuencia futura, la presencia de dramaturgos nacionales.
-Necesidad de cambiar los aspectos técnicos que acompañaran a estos nuevos valores estéticos.
-Necesidad de alcanzar un alto nivel de conocimientos en los elencos para complejizar la factura escénica.
-Necesidad de poseer lugares estables de representación.
-Necesidad de darle valor moral y social al trabajo de los distintos entes que conformaban una compañía.
Es así como surgió una nueva visión de teatro. Basados en la riqueza de las artes, la cultura y las relaciones humanas, pusieron por primera vez en debate la idea de formación actoral y decidieron hacer un re-planteamiento respecto a cuál era el teatro que se ajustaba a la nueva realidad de nuestro país. Incentivaron la búsqueda de una cohesión artística universitaria con el afán de innovar en todo lo referente a las artes dramáticas de ese entonces y a entregar el arte como una herramienta cultural y educativa de alto impacto.
Escritor: Emilia Lara Poliana Alarcón