La mayoría de los extranjeros trabajan de manera incesante por la necesidad de tener que enviar dinero a sus familias de origen. Con la agudización de los problemas de empleo a raíz de la crisis, las remesas familiares tuvieron un decrecimiento considerable. El 32% de los inmigrantes en España están desempleados, debido a la crisis inmobiliaria las remesas habían descendido en los últimos años, pero según Iñigo Moré, director de remesas.org, durante el primer trimestre de este año 2011 han vuelto a subir, con un aumento del 16,7% en el mismo período del 2010. Esto se consigue gracias a que el inmigrante está dispuesto a trabajar más horas, cambiar de domicilio si el trabajo lo requiere y hasta percibir menos sueldo por un mismo trabajo. Hay más sacrificio (trabajar más horas, compartir piso, etc.), restricciones (se vende el coche, no hay salidas de ocio, ni vacaciones, etc.), la familia regresa al país de origen y el hombre se queda para poder cumplir con el envió de remesas. Las remesas en promedio rondan los 150 a 220 euros.
Los inmigrantes más recientes de países extraeuropeos -en especial, los más distintos raciales y culturalmente, que tienen también mayores problemas lingüísticos y culturales para la integración- deberían ser, en principio, los más afectados por el desempleo y la marginalización. Sin embargo, esto no sucede así, ya que estos inmigrantes tienen menores exigencias y están dispuestos a aceptar salarios inferiores (Capel, 1997).
Otro conflicto generado por la crisis a tener en cuenta es el establecido entre viejos y nuevos inmigrantes. Conflicto que se manifiesta en primer lugar, entre los viejos inmigrantes nacionales, ya integrados en la ciudad, pero afectados por problemas de desempleo, y los nuevos inmigrantes, nacionales o extranjeros. Pero además, entre inmigrantes extranjeros antiguos y recientes, y entre inmigrantes extranjeros pertenecientes a grupos raciales o culturales distintos. Los antiguos que han podido encontrar trabajos, pueden ser solidarios con sus coterráneos recientes, pero se encuentran en tensión respecto a los de otros países y culturas. Estos problemas los podemos encontrar en las ciudades españolas entre sudamericanos y magrebíes, entre éstos y los inmigrantes del Africa subsahariana, o entre unos y otros e inmigrantes asiáticos.
España hasta hace pocos años era un país emisor de emigrantes, muchos españoles han optado por inmigrar por motivos políticos o económicos, pero desde finales de los años 80 se transformó en un país de destino. Esta tendencia se consolida a finales de los 90 y hoy en día una parte importante del mercado laboral español, que constituye mayoría en varios sectores son inmigrantes. La crisis económica ha afectado todos los sectores de la población, sin embargo, sobre los extranjeros los daños han sido mayores. Muy a pesar de esto, las necesidades imperantes de los inmigrantes los han obligado a desarrollar una versatilidad laboral que les garantice poder continuar laborando para satisfacer las necesidades propias y de sus familias.
De forma general podemos apreciar en los últimos años una disminución del número de nuevos inmigrantes en España, sin embargo, Barcelona es una de las provincias que mantiene la preferencia de la inmigración. Esto se debe a las políticas de integración instituidas en Cataluña. La aceptación popular de los inmigrantes es mayor que el rechazo a este sector de la población, lo cual es favorable para el asentamiento de los extranjeros que laboran en España. Resulta vital promover el establecimiento de leyes que favorezcan la aceptación de los inmigrantes, pues constituyen un pilar fundamental de la población laboralmente activa de España.
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