Pensar en la educación hoy día resulta complejo en la medida en que las realidades sociales indican realizar un giro necesario en cuanto implica preparar individuos que verdaderamente estén insertos en las sociedades y también replantear las concepciones que se tienen de la educación, escuela, sujeto, etc. y a si mismo conceptos transversales a los anteriores tales como cultura, juventud, entre otros. Todos ellos han de representar una posibilidad de generar un cambio “positivo y acertado” en la construcción de individuos críticos y reflexivos, según el propósito que persigue la educación en sí misma.
Por un lado, aunque la concepción del concepto de escuela ha sido abordado por diversas corrientes de pensamiento y ha sido confrontada de acuerdo a las necesidades “reformistas” que propone la sociedad contemporánea, es imprescindible considerar que la escuela es un espacio de construcción colectiva de los saberes; es un lugar de encuentro de individuos en donde el reconocimiento del otro, constituye un ejercicio plenamente humano a la vez que se considera un acto de autoreconocimiento a partir de la existencia de individuos en condiciones similares. Ahora bien, considerando a la escuela como un escenario de encuentro intersubjetivo, incluso intercultural y asumiendo que esta es el resultado de una construcción colectiva co-responsable, sin duda alguna es una oportunidad tanto para generar una reflexión en torno a esta nueva posibilidad a la vez que permite construir un modelo de escuela que sobrepase los cánones institucionales y las obstinaciones teóricas que persisten sobre ella.
Sin embargo, al hablar de escuela se hace necesario redefinir el concepto de educación; podría decirse que ambos conceptos son el resultado de una simbiosis que complementa tanto la significación de la concepción de escuela y da luces sobre un significado fundamental de la educación. Se podría decir que la educación es el proceso en el cual un determinado grupo de individuos están cobijados bajo circunstancias socializadoras y en donde el proceso educativo, cobra vida en la construcción de habilidades y destrezas emocionales, sociales e intelectuales. Dado lo anterior y como propuesta alternativa en cuanto corresponde significar la educación, vale la pena plantearse lo siguiente ¿cumple verdaderamente la educación, la función de facilitar la comunicación entre los individuos? Y ¿es posible pensar en una escuela que conciba una educación transformadora de individuos que a la vez se educan y educan a otros? Estos interrogantes pretenden inscribirse en un debate que aunque actualmente sigue vigente, continua en la búsqueda de opciones, alternativas y nuevas perspectivas.
¿Quién y qué es ser joven? Este es un aparte interesante ya que implica no solamente revisar las conceptualizaciones y acepciones sobre juventud, sino que sugiere hacer una reflexión profunda sobre la concepción que se tiene de la condición de joven; es una revisión al significado para dar significado. Concebir la juventud como una etapa transitoria de la vida indica que la existencia humana es entendida mediante procesos de crecimiento cuya convención de medida es la edad, incluso por políticas que plantean las estructuras sociales y políticas de un país, hasta por las normas que dictaminan las familias.
No obstante la problemática radica en visibilizar y “dar vida” a la condición de ser joven; condición que esta despojada de cualquier respaldo a nivel social incluso político. Por otro lado, la complejidad que ha surgido en los estudios sobre la condición juvenil y su participación en la vida social ha cobrado fuerza, lo cual sugiere que el joven ha empezado a ser visto bajo la mirada científica y que sus acciones individuales u organizadas en grupos y colectividades representan gran importancia para el mundo que orbita alrededor de ellos.
De los jóvenes de la escuela hacia una escuela de los jóvenes. La escuela en su sentido más tradicional ha sido comprendida como un lugar que alberga grupos de jóvenes en donde la enseñanza de contenidos y la formación de individuos de acuerdo a cánones sociales y culturas, prima sobre las expresividades y subjetividades de los jóvenes. Son diversas las aproximaciones que se han hecho sobre la definición del concepto de escuela y en el apartado inicial de este texto, se llega a una aproximación conceptual de la escuela.
No obstante, es insistente la necesidad de comprender por un lado a la escuela como lugar de encuentro y por otro, visibilizar a los individuos que allí habitan, destacando a los jóvenes como actores presenciales y constructores de un sentido institucional e identidad escolar. Paulatinamente ha cambiado tal idea, tal es el caso de instituciones educativas cuyos modelos pedagógicos, son basados en la construcción del conocimiento desde lo colectivo y en donde los procesos toman mayor importancia que los resultados.
A sí mismo, la participación del joven-estudiante en la decisiones sobre políticas y gobiernos escolar, ha tomado fuerza en la medida en que la escuela como escenario educativo ha cambiado, ya sea por la llegada de la era informática y los cibermedios (realidad que ha sido tomada por la escuela como herramientas didácticas para la enseñanza), así como por las continuas reflexiones que se han hecho sobre el deber ser de la escuela. Ahora la escuela es la plataforma donde no solamente se imparten cursos y se realizan actividades académicas; ahora es el escenario donde se comparten las experiencias de vida y vivencias cotidianas de los jóvenes; es el lugar donde se depositan los sentidos y se crean otros.
Y es preciso que la escuela tome un verdadero significado para los jóvenes, ya que el despojo de cualquier idea de una escuela concebida como centro de adiestramiento y control, permitirá que tanto el desarrollo de las potencialidades de los jóvenes, sus sistemas de organización, sus dinámicas de relación social y sus manifestaciones estéticas y simbólicas, tomen mayor fuerza y vigor en cuanto implica considerar la escuela como escenario de intercambio, cohesión y encuentro social.
Autor: Jhon Fredy Vergara