Indagando un poco en los contenidos de los Lineamientos curriculares de la lengua castellana, he dado cuenta de una realidad que se ha hecho inconsciente en las aulas de clase, que ha sido considerada como el proceso normal o la manera común de dirigir los procesos de enseñanza de la literatura. Como maestros hemos tenido una visión unilateral y consecuentemente hemos ignorado el carácter transversal e interdisciplinar de la literatura y el lenguaje. Lo cual encuentro muy claramente argumentado en los planteamientos de los Lineamientos curriculares, cuando esbozan los tres aspectos desde los cuales se estudia la literatura y la manera como los maestros los abarcan individualmente, e incluso la forma como se enfatizan solo en uno, dejando a un lado los demás. Así pues, La propuesta de trabajo de la literatura que se encuentra basada en la propuesta de los indicadores de logro, manifiesta tres aspectos fundamentales desde los cuales se estudia la literatura. Estos son:
– La literatura como representación de la cultura y suscitación de lo estético
– La literatura como lugar de convergencia de las manifestaciones humanas, de la ciencia y de otras artes
– La literatura como ámbito testimonial en el que se identifican tendencias, rasgos de la oralidad, momentos históricos, autores y obras.
Es a partir de estos tres elementos que surgen los paradigmas desde los cuales actualmente se estudia la literatura, respectivamente son: el estético, el historiográfico y sociológico y el semiótico. Ahora bien, como lo decía anteriormente, los maestros estamos abarcando el estudio de la literatura desde tan solo uno de los ejes mencionados, lo cual implica una fragmentación del arte literario. Algunos trabajan en el aula solo desde lo estético con técnicas de recreación del texto (predicción textual, terminar la historia inconclusa, cambiar el orden o la caracterización de los personajes, escribirle al autor y/o a los personajes). Otros implementan la literatura a partir de la periodización lineal de la historia de la literatura, es decir, el estudio diacrónico de la misma, autores, obras, características de los movimientos, etc. Y otros más han tratado de utilizar la parte semiótica para desarrollar las clases, pero han fracasado en el intento, logrando solo reducir lo semiótico a una mera clasificación de unidades textuales.
Es irónico pensar que de esta manera no se logra cumplir con el objetivo de desarrollar las competencias del lenguaje en los estudiantes, pero es la realidad, y lo más importante es que como maestros concienticemos la enseñanza de la literatura en la escuela, que no cerremos nuestros ojos ante el conocimiento renovado y las propuestas de los Lineamientos curriculares, esto es, cambiar nuestra perspectiva de la literatura, entenderla y enseñarla desde la transversalidad de las áreas de conocimiento y así lograr formar estudiantes competentes.
Ahora que sabemos la realidad de la enseñanza de la literatura, indaguemos un poco más qué nos proponen los Lineamientos curriculares para mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje en áreas de la literatura. El asunto no radica en buscar qué textos trabajar con los estudiantes, ni llenarlos del contenido de los mismos, el asunto es qué se pretende lograr con lo que se tiene en el aula de clase. Los Lineamientos curriculares nos proponen, desde los principios que subyacen en los indicadores de logro: “Promover el desarrollo de las distintas competencias necesarias para el fortalecimiento intelectual de los estudiantes y profesores”. Entonces, claramente se entiende que el maestro no debe cuestionarse mucho por ¿Qué enseñar con la literatura?, sino por ¿Qué se pretende desarrollar con la literatura? A partir de este interrogante el maestro puede formularse posibles hipótesis y con la ayuda de planteamientos teóricos, sobre una manera estratégica de desarrollar las competencias del lenguaje a través de la literatura. Es importante evitar cualquier recomendación unilateral, es decir, no trabajar desde un solo aspecto de la literatura.
Entonces, ¿Cuál es la manera más pertinente para desarrollar las competencias a través de la literatura?, surge otro interrogante con la resolución de los anteriores. Existe una propuesta metodológica, que creo conveniente y que de alguna manera satisface la necesidad de desarrollar las competencias en el aula de clase, esta es: “El diálogo entre y con los textos”, sugerida por los Lineamientos curriculares. Básicamente, lo que se busca con este método es abarcar la literatura desde dos aspectos, el conocimiento de un número de obras literarias (competencia literaria) y una lectura crítica que le permita proponer interpretaciones en profundidad del texto. Este último aspecto requiere de una lectura desde los niveles literal, inferencial y crítico-intertextual, este tercero alcanzado por un lector competente, que dialoga con los textos y relaciona semiótica y pragmáticamente el devenir comunicativo de los contenidos de las obras.
Esto es lo que se plantea en lineamientos, no obstante, es importante que el maestro sepa procesar esa información y la contextualice a su escuela, por ejemplo, el hecho de que se pretenda leer las obras de manera transversal, no quiere decir que no se pueda usar la “re-creación del texto”. Es justo ahí donde el maestro juega un papel como investigador e innovador del conocimiento, porque de él y de su estrategia depende en gran manera el éxito de la clase. Es por ello que se hace necesario hacer unas consideraciones:
– Trabajar con la pretensión de desarrollar competencias del lenguaje a través de la literatura, en vez de sólo leer recreativamente sin un sentido global de las obras.
– Propiciar estratégicamente los espacios y el gusto por la lectura de obras distintas e implementar métodos y actividades que lleven al estudiante a analizarlas y relacionarlas unas con otras.
– No dejar a un lado elementos, como el autor, el listado de obras, la historia, etc. Pero implementarlos con miras en el desarrollo de la competencia enciclopédica, más no como contenido de la materia.
– Permitir que el estudiante de a conocer sus acepciones y su visión frente a las obras, que desarrolle un pensamiento crítico frente a ellas y las identifique como una forma fantasiosa de la realidad humana, no como una utopía de la imaginación.
Ahora, analicemos un poco más qué es la intertextualidad. Existen dos personajes que de alguna manera han contribuido al concepto del término al que me referí anteriormente: Sklovski y Batjin. Ambos analizan la literatura desde dos aspectos que considero fundamentales para el desarrollo del pensamiento crítico frente a las obras literarias. El primer aspecto planteado por el primer sujeto es “la disimilitud de lo similar” el cual reside en el carácter renovador de las cosas, que siempre permanecen vigentes en las obras literarias y en la relación que tienen las unas con otras, es decir, la diferencia entre dos obras que son muy similares. Pensemos un poco y resolvamos el siguiente interrogante: ¿Puede este aspecto al trabajarse en el aula, influir en el pensamiento crítico-reflexivo de los estudiantes?
Claro que sí, si el estudiante es capaz de relacionar una obra con otra, se está desenvolviendo en una gamma de significados y realidades comunes y/o diferenciadas, y puede realizar un análisis al interior de las obras, lo que le permite hacer conjeturas, diferir situaciones, establecer criterios de la época en que se desenvuelve la historia, relacionar lo que conoce acerca del contexto de la obra con lo presentado en la misma, hacer críticas a la realidad pintada en las obras. Un estudiante al realizar un proceso como este, transforma su pensamiento y desarrolla habilidades lectoras de nivel crítico-intertextual.
El segundo aspecto de Batjin, llamado “dialogismo interno de la palabra”, consiste en la aplicación de un saber, activado en un continuo dialogismo, cuyo proceso se lleva a cabo al interior de la mente, y que se proyecta hacia lo exterior. Según Batjin para la creación de una obra literaria el autor tiene en consideración lo que sabe, su actividad, su ser, su razonamiento acerca de la realidad que piensa escribir, las demás obras.
Esto es denominado proceso dialógico, porque el autor tiene una conversación interna con lo externo y establece criterios y esquemas mentales que dirigen la realización de su obra. Este dialogismo también se da en el lector, el lector conversa con el texto, lo cuestiona, lo interroga, duda o cree en él, lo interpreta, lo analiza. El dialogismo sería un método excelente para el trabajo con las obras literarias, solo imaginar que un maestro aplique estrategias como esta, me haría pensar que sus estudiantes rápidamente lograrían encontrar su gusto por la lectura de obras. Con el dialogismo el estudiante hallaría su identidad lingüística, es decir, se hallaría a sí mismo en las obras, dándole significado y sentido al lenguaje y a la vida misma.
Con la aplicación de esta intertextualidad, el lenguaje inmerso en las obras puede ser digerido por los estudiantes y les permite relacionar esta realidad con las demás áreas de conocimiento, la piscología, sociología, filosofía, etc. El estudiante relaciona las obras entre sí, y con el conocimiento que tiene, pone en funcionamiento su cerebro para pensar, analizar, diferenciar, establecer, proponer, etc. Y todo esto le permite llegar a una detallada conversación con el texto, donde lo entrevista, lo fragmenta, lo globaliza, lo reorganiza, lo asume y lo critica.
Desde estos aspectos, hablamos ya de un personaje competente, que se desenvuelve lingüísticamente, conoce un número considerable de obras, las relaciona entre sí y con sus conocimientos de las demás áreas, puede establecer criterios, redefinir su gusto por la lectura y encontrarse a sí mismo en ella. Es así como la escuela se convierte en un espacio rico, propicio y transversal para el encuentro con el arte literario y el conocimiento. Nos queda el compromiso como maestros de delimitar estos “nuevos” horizontes de la literatura.
Escritor: Juan Manuel Carmona Martínez