A diferencia de un animal que por instinto ya es todo lo que puede ser gracias a que una razón externa se ha encargado de él, el hombre como única criatura de su especie en el mundo, al nacer no es nada, requiere ser un ser para sí, para él mismo, él es el único ser de la naturaleza que es lanzado a la vida sin haberse terminado su desarrollo, lo cual es definido por los científicos como premadurez, él es un neoteno, llega al mundo prematuramente, nace sin ser, para lo que debe emplear la razón que sólo él tiene, “ …debe ser educado por quienes suplen su debilidad inicial, y debe educarse, “volverse por él mismo” “ (Charlot, 2008, p. 84).
Desde Charlot, esa premadurez es una de las caras inseparables de la condición humana, y teniendo en cuenta que al nacer el hombre se encuentra con un mundo humano ya existente que le permite sobrevivir y construirse, se dice que la esencia humana no es inherente a él, pues no es por ser hombre dentro de la naturaleza “tomado aparte”, que es humanidad sino por hacer parte de un mundo social; “cada individuo natural se vuelve humano hominizándose a través de su proceso de vida real en el seno de las relaciones sociales” (p. 85); este proceso es posibilitado por la educación para la apropiación de la esencia humana que está fuera de sí. Por esto, la condición humana en tanto ausencia de ser en el hombre que nace, es la posibilidad de hacer parte del mundo hecho y preexistente producido por la especie humana y manifestado a través de estructuras, relaciones, acciones, la cultura, etc.,. Al tiempo, su condición humana está fuera de sí mismo, está presente en ese otro también hombre, que le permite sobrevivir; “ese otro, porque es la figura de lo humano, es objeto de deseo…” (p. 86).
Desde su condición humana el hombre está ausente de sí mismo, esta falta de ser se convierte en su deseo que no es saciado nunca, pues de lo contrario el hombre como hombre desaparecería: “esta ausencia de sí-presencia, de sí fuera de sí es la condición misma del hombre. Lo constituye como sujeto y mantiene la dinámica del deseo” (p. 86). Pero el deseo no se puede reducir a la búsqueda de objeto de deseo como pulsión orgánica, pues el sujeto no es sólo deseo y relación con su semejante, es también aquel que debe sobrevivir desde el momento en que llega al mundo y otro se encarga de suplir sus necesidades básicas; el mundo no está sólo contenido de relaciones de deseo entre sujetos, existe un mundo social desde relaciones de alteridad entre sujetos, por lo tanto se remite al otro como objeto de deseo, pero también como ser social.
El hecho de nacer obliga al hombre a aprender para construirse desde un triple proceso: para ser hombre como especie de la naturaleza desde la hominización; para ser un hombre único desde la singularización; y para ser hombre miembro de una comunidad en la que ocupa un lugar, desde la socialización. Se aprende para vivir en el mundo social con otros, para apropiarse del mundo y para participar en la construcción de ese mundo ya preexistente. De allí que “nacer, aprender es entrar en un conjunto de relaciones y de procesos que constituyen un sistema de sentidos –donde se dice quién soy yo, quién es el mundo, quiénes son los otros”. (p. 87)
La educación es un proceso inacabado de construcción del sujeto desde la apropiación de lo humano que es exterior, es una producción de sí, posible desde la interacción y mediación con el otro – lugar donde se ubica al maestro – que lleva al hombre a constituirse como ser humano, social y singular. Este proceso requiere del consentimiento del sujeto pues “una educación es imposible si el sujeto a educar no se inviste él mismo en el proceso que lo educa” (p. 87) La educación se da cuando el sujeto encuentra socialmente lo que le permite construirse. De allí que para educarse se requiere del deseo que es la fuerza de impulso que sostiene el proceso, esa fuerza requiere de atracción, el deseo es deseo del otro como parte del mundo de humanos con quien al relacionarse, se construye “porque el niño nace inacabado es que debe construirse y no puede hacerlo sino “desde el interior”, la educación es producción de sí” (p. 88). La educación no se puede decir que es subjetivación ni socialización, pues el sujeto ya es tal y por tanto ya es un ser social, hace parte de la sociedad y del mundo.
La educación es un conjunto de relaciones desde un proceso desarrollado de actividades, las cuales movilizan al niño si tienen sentido para él. Por eso, el análisis de la relación con el saber implica conceptos como movilización, actividad y sentido. Charlot emplea el término de movilización porque implica movimiento, hace referencia a movilizarse desde el interior, haciendo la diferencia con el de motivación que parte del exterior, pero estos dos conceptos se relacionan, pues al estar motivado se produce movilización, y ésta última para darse requiere de la primera. Pero el término de movilización también es usado porque remite a otros dos conceptos: el recurso y el móvil.
Movilizarse es usarse a sí como recurso para moverse, lo cual depende de móviles (las razones para actuar) que son definidos según la actividad y ésta última, son las acciones llevadas a cabo por un móvil que evidencian un fin, el cual es el producto que las acciones han permitido lograr. Y ya que la actividad es interna, requiere intercambio con el mundo que le ofrece fines deseables, medios de acción y recursos diferentes de sí mismo “pero movilizarse es también comprometerse en una actividad porque se está llevado por móviles, porque se tienen “buenas razones” para hacerlo” (p. 89). El móvil (las razones) como diferente del fin, es el deseo satisfecho desde lo logrado y que a su vez, ha ocasionado la actividad. “El niño se moviliza en una actividad cuando se inviste, cuando hace uso de sí como un recurso, cuando es puesto en movimiento por móviles que remiten al deseo, al sentido, al valor” (p. 90). Charlot toma la palabra actividad y pese a que implica trabajo y prácticas, éstas dos últimas no reemplazan la primera, pues tienden a ser limitadas, trabajo se refiere a gasto de energía y práctica a unas acciones condicionadas; en cambio actividad permite reconocer los móviles.
Y el concepto de sentido, lo entiende Charlot apoyándose en Francis Jacques como el “significar alguna cosa acerca del mundo, significarla a alguien o con alguien” (p. 91); la significancia es el sentido que tiene lo que se puede decir sobre el mundo y que es comunicado a otros, a partir de las relaciones discursivas entre los signos en un sistema de lenguaje. De manera más cotidiana, Charlot lo define como aquello que tiene que ver con lo que le sucede a un sujeto y que afecta su vida; el sentido permite comprender de alguna manera algo sobre el mundo; está en lo comunicable, comprendido desde el intercambio con el otro. Charlot cintando a Leontiev, concibe que el sentido de una actividad está basado en la relación entre su fin y su móvil, entre las razones para actuar y lo que esas acciones conllevan, es decir los productos, los cuales permiten saciar el deseo. El sentido depende irremediablemente de la relación entre el fin y el móvil, de lo contrario no podría comprenderse la actividad. El sentido está inscrito en los deseos del sujeto.
Finalmente, el autor hace una diferenciación entre el sentido en tanto valor positivo o negativo sobre algo y el sentido desde el hecho de significar. El valor depende de la importancia que le da el sujeto; pero cuando se habla de lo que tiene significancia o no, es aquello que tiene o no comprensión para el sujeto, sin embargo, algo puede tener sentido sin que sea del todo comprendido. El sentido de algún modo puede adquirir la cualidad de dinámico, no es estático, puede adquirirse, perderse o cambiarse, según la interacción y confrontación que el sujeto tiene con el mundo y con los otros.
El sujeto en esa relación con el saber no puede limitarse ni a la razón, la libertad o el deseo, no es un individuo completamente independiente del mundo o que sólo dependa de su vinculación social; el sujeto como tal propone un estudio riguroso sobre él desde los procesos psíquicos y sociales que lo constituyen y por las relaciones que entabla consigo mismo, con el otro y con el mundo que lo definen.
Escritor: DIANA P