LOS ALUMNOS DE ALTAS CAPACIDADES: RESPUESTA EDUCATIVA

Los alumnos de altas capacidades intelectuales tienen unas necesidades educativas específicas que requieren una respuesta en el marco del principio de la atención a la diversidad. Este principio se desarrolla dentro de un modelo de “escuela inclusiva” que se fundamenta en la aceptación de la diversidad como enriquecedora y cuyo objetivo es ofrecer una educación de calidad a todos los alumnos. María Antonia Casanova destaca la autonomía de los centros docentes, la adopción de medidas específicas para la atención a la diversidad, el trabajo coordinado entre administraciones, las políticas globales para favorecer la igualdad y la flexibilidad curricular y organizativa, como condiciones que hacen posible una respuesta inclusiva de la escuela.

Desde el punto de vista pragmático, es necesario que los profesores y maestros, asesorados por los servicios de orientación educativa, lleven a cabo distintas actuaciones y planeen conjuntamente la intervención educativa. El primer paso consiste pues en identificar a estos alumnos y sus necesidades educativas lo más tempranamente posible.

El concepto de superdotado ha evolucionado de manera paralela al de inteligencia. Los primeros modelos de inteligencia (Edad Mental de Binet; C.I de Stern, Inteligencias Múltiples de Guilford, etc.) surgieron como “medida” del rendimiento y no explicaban el funcionamiento cognitivo, hasta que Sternberg enunció su teoría triárquica de la inteligencia, basada en la psicología cognitiva y la teoría del procesamiento de la información. Esta evolución tuvo como consecuencia que el rendimiento intelectual dejase de considerarse como el único factor a tener en cuenta en el diagnóstico de la alta capacidad intelectual. Renzulli enunció tres características que poseían los superdotados:

– Capacidad intelectual superior.
– Alto grado de dedicación a la tarea.
– Alta capacidad creativa.

Mönks y Van Boxtell ampliaron esta caracterización en su “Modelo de Interdepencia Triárquica” al considerar que la escuela, los iguales y la familia actúan modulando, potenciando o inhibiendo el desarrollo de la alta capacidad intelectual. En la práctica, los docentes observan en estos alumnos una gran facilidad para captar la información esencial, buena memoria inmediata, rapidez de aprendizaje, menor número de errores, facilidad para generalizar los aprendizajes, ejecución rápida y capacidad para reflexionar sobre su proceso de aprendizaje (metacognición).

Estas características pueden inducirnos a pensar, erróneamente, que estos alumnos no tendrán ninguna dificultad escolar, sin embargo, un estudio de Yolanda Benito con niños superdotados de 6 y 7 años concluyó que a esta edad eran sociables, abiertos, emocionalmente estables, socialmente maduros, tranquilos, obedientes y ligeramente extrovertidos. Sin embargo, hacia los 11 años es frecuente que muestren desinterés por la tarea, mal comportamiento, baja autoestima y una actitud negativa hacia el entorno escolar. ¿A qué podemos atribuir un cambio tan radical? Webb piensa que un inadecuado tratamiento de las características de los superdotados puede estar en la base del problema.

Así su inquietud intelectual puede hacer que formulen preguntas desconcertantes para el profesor, que interrumpan su discurso e incluso que rechacen lo que transmite. Puede mostrar resistencia a la instrucción y a los métodos tradicionales de enseñanza. Con sus compañeros se mostrará impaciente ante su lentitud o pasividad, y dominante en los trabajos por su facilidad para la organización. Es probable que se aburra en clase, mostrándose pasivo, y que distraiga a sus compañeros e incluso que se convierta en el “bufón” de la clase. Además, su creatividad puede resultar un inconveniente en una escuela que premie el conformismo y que se limite a transmitir conocimientos.

Para evitar estas dificultades, la principal herramienta de la escuela es la flexibilidad curricular y organizativa, que permitirá a los docentes modificar los elementos curriculares y organizar la enseñanza más flexiblemente. En este sentido, el primer tipo de medidas que se adoptarán serán de tipo ordinario, que no afectan a los elementos prescriptitos del currículo común. Para que tengan éxito es fundamental la coordinación del tutor con el resto del profesorado para permitir dar un tratamiento interdisciplinar a los contenidos. La ventaja de este tipo de medidas es que beneficiarán también a otros alumnos. A nivel metodológico y organizativo, es necesario prever “espacios” y “tiempos” para realizar agrupamientos flexibles en los que se desarrollen proyectos que permitan al superdotado poner en juego su capacidad y creatividad, desarrollando a la vez actitudes de cooperación. En cuanto al profesor, debe ser abierto y promover el diálogo en la clase, favorecer la realización de preguntas y la búsqueda conjunta de respuestas, alentar la realización de proyectos espontáneos y considerar el “error” como fuente de aprendizaje.

Las actividades que se planifiquen promoverán la transferencia del aprendizaje a distintas áreas, y tendrán distinto nivel de dificultad. Los contenidos conceptuales se enriquecerán en profundidad y extensión, y los procedimentales serán seleccionados por su complejidad y utilidad, favoreciendo el aprendizaje significativo. Por otro lado, no olvidaremos trabajar las actitudes como: la aceptación de los errores, la tolerancia a la corrección, la evaluación del trabajo bien hecho y la “solidaridad” que puede desarrollarse en el superdotado mediante la “tutorización”, en la que ayuda a otro alumno en su proceso de aprendizaje. Cuando estas medidas no son suficientes, será necesario realizar una “adaptación curricular de ampliación”, previa evaluación psicopedagógica a cargo del servicio de orientación. Esta medida consiste en la incorporación de objetivos, contenidos y criterios de evaluación correspondientes a cursos superiores, al del superdotado.

Por último, existe una medida claramente extraordinaria que consiste en la “flexibilización” de la duración de los distintos niveles y etapas educativas. Consiste en la incorporación a un curso superior, siempre y cuando la evaluación psicopedagógica determine que el desarrollo social y emocional del superdotado es adecuado al grupo de edad al que se incorporará, para evitar la inadaptación del alumno. En síntesis, la respuesta educativa ajustada a las necesidades específicas del superdotado evitará la aparición de dificultades en su proceso de enseñanza y aprendizaje y promoverá el desarrollo armónico de su personalidad.

Escritor: Andrés Ferrer Álvarez