A finales del siglo XIX con la revolución industrial, la inserción de las mujeres en el mundo laboral significó un fenómeno de alcance mundial. Iniciado en Europa, “la cuestión femenina” y sus roles en la sociedad comenzaron a ser reevaluados. Los debates sobre el nuevo papel que deberían jugar las mujeres fuera del entorno familiar se dieron un contexto en el cual la modernidad se encontraba en avanzada.
En Colombia, aunque tardías, la industrialización, la modernidad, el capitalismo y las nuevas corrientes políticas sobre el Estado de bienestar tocaron las puertas de la sociedad ya entrado el siglo XX, junto con estas transformaciones vino la inclusión de la mujer en el mundo laboral, esto no sólo significó un cambio en la estructura familiar, también visibilizó el sexo femenino como sujeto político.
En el decenio de 1920 la nueva conciencia que se comenzó a generar dentro de la colectividad obrera femenina se hizo visible, cuando éstas, ante los abusos a los que eran sometidas en sus lugares de trabajo, comenzaron a exigir respeto y justicia en su nuevo rol de trabajadoras. Una de las primeras muestras de inconformidad por el maltrato del cual eran víctimas fue el cese de actividades de las trabajadoras del la Fábrica de Textiles de Bello, municipio de Antioquia en febrero de 1920.
Las largas jornadas de trabajo, la baja remuneración económica, la intransigencia de los administradores y el acoso sexual del cual eran víctimas colmaron la paciencia de las trabajadoras. Sin embargo fue la exigencia del dueño de la Fábrica, Emilio Restrepo, la gota que acabó con la paciencia de las trabajadoras. Restrepo exigió a sus empleadas asistir a la jornada laboral descalzas, pues podían causar daños al piso recién instalado en la fábrica con sus zapatos.
Las mujeres no sólo se veían condicionadas por reglamentos absurdos como el descrito en sus lugares de trabajo, también se les quiso imponer desde las empresas reglas que traspasaron las paredes de la fábrica, como el control de sus vidas personales, sexuales y sus relaciones interpersonales. Las mujeres que eran contratadas en las fábricas debían ser solteras, y por ende vírgenes, de esta manera podían seguir cumpliendo las normas morales de un país culturalmente atravesado por la religión católica. Si una trabajadora que no estuviera casada era sorprendida en estado de embarazo o sosteniendo una relación de convivencia con un hombre podía ser inmediatamente despedida.
Siguiendo el ejemplo de la Fábrica Textil de Bello, las trabajadoras de la fábrica de Tejidos Rosellón pusieron en marcha en 1929 otra huelga, así como también lo habían hecho las telefonistas de Bogotá el año anterior. La conciencia gremial y de género comenzó a adquirir fuerza dentro de las trabajadoras y en las manifestaciones en defensa de sus derechos. de sus empleadas, ejercían malos tratos a las mismas, en aprovechamiento de su condición de superiores para obligarlas a acceder a propuestas denigrantes.
Si bien estos movimientos y huelgas estaban dirigidos a conquistar derechos laborales para el género femenino productivo, no significa que estuvieran soportados exclusivamente por mujeres, el género masculino apoyó de una manera u otra este tipo de luchas, comenzando por los hombres pertenecientes al Partido Revolucionario Socialista, quienes en su mayoría concordaban en que para el progreso de la sociedad, debía instaurarse la igualdad entre trabajadores de ambos sexos.
Entrado en tercer decenio de la primera mitad del siglo XX las condiciones políticas cambiaron drásticamente, luego de de casi 45 años de hegemonía conservadora, y por tanto eclesiástica, los liberales toman el poder, generando expectativas de cambio dentro de los habitantes colombianos. Dentro de las reformas sociales que hacían parte del nuevo proyecto político liberal del entonces presidente Olaya Herrera, se encontraba desde luego, la cuestión de los derechos políticos de la mujer, que no fueron tomados muy en serio durante la hegemonía conservadora. Uno de los primeros temas a tratar fueron los derechos patrimoniales para las mujeres casadas con miras a que éstas obtuvieran una independencia significativa de sus maridos, y se puso nuevamente sobre la mesa la cuestión del trabajo digno para las mujeres ya no desde la huelga y la protesta, sino desde el gobierno central que mostró por vez primera un real interés por mejorar las condiciones de trabajo de las mujeres.
Durante el periodo de la República liberal el tema de si los derechos civiles debían ser concedidos a la mujer fue una constante, no obstante, este problema no será resuelto en el transcurso de estos gobiernos. No se puede inferir con lo anterior que los conservadores fueron quienes frenaron este tipo de políticas gubernamentales, mientras que los liberales propugnaban por ellas, puesto que tanto de uno como de otro bando existieron detractores y defensores de los derechos de las mujeres, ya fuesen laborales, civiles o políticos.
Bibliografía consultada.
• Velásquez, Magdala. Las Mujeres en la Historia de Colombia. Mujeres, Historia y Política. Tomo 1. Dirección Académica, Magdala Velásquez Toro. Consejería Presidencial para la Política Social. Presidencia de la República de Colombia. Bogotá. 1995.
• ____________Las Mujeres en la Historia de Colombia. Mujeres y sociedad. Tomo 2. Dirección Académica, Magdala Velásquez Toro. Consejería Presidencial para la Política Social. Presidencia de la República de Colombia. Bogotá. 1995.
• Georges Dudy y Michelle Perrot, (directores de edición), Historia de las mujeres en Occidente. Madrid: Editorial: Altea, Taurus, Alfaguara, 1991-1993. Tomo 5 El siglo XX.
• Vega Cantor Renán. Gente muy Rebelde: protesta popular y modernización capitalista en Colombia (1909- 1929) Editorial: Bogotá: Ediciones Pensamiento Críticos, 2002 Tomo 3 Mujeres artesanos y protestas cívicas.
Escritor: Ingrid Natalia Ortiz Hernández