Bradley Cooper. De repente, este actor aparece hasta en la sopa. Si, lleva años trabajando en el sector cinematográfico. Pequeños papeles en series televisivas, luego actuaciones en la gran pantalla que pronto le valieron incluso nominaciones a los Oscars (recuerdo para los más despistados, que está nominado como Mejor Actor de Reparto por su interpretación de Richie, en The American Hustle). Desconozco el motivo, pero es en los últimos meses cuando me ha llamado la atención en la gran pantalla o películas repuestas en televisión.
Quizás con ese apellido cala en los amantes del cine, recordando al galán Gary Cooper. Ganador del Oscar hasta en tres ocasiones, incluyendo el Oscar honorífico en reconocimiento a su trayectoria profesional. En la memoria de todo buen cinéfilo quedan grabadas las imágenes de Por quién doblan las campanas, donde vemos a Cooper junto a la actriz sueca Ingrid Bergman, antes de exiliarse por su admiración (posteriormente, convertido en amor) hacia el director italiano Roberto Rossellini.
Desconozco qué tiene el Cooper de hoy. Sus dotes como actor no van más allá de un chico guapo y algo camaleónico. Precisamente esto es lo que quizás le haya dado movimiento dentro del mundo del cine hollywoodiense. Soy consciente no obstante, de que si le veo participar en algún nuevo film, o incluso al hacer zapping en mi viejo televisor, tiende a despertar mi interés hacia esa película. Hace algunos días, viendo una de sus cintas le pregunté directamente: “¿Qué tienes, Cooper?”. En ese instante se volvió, me miró y obtuve mi respuesta.
El ser humano crea vínculos sin sentido. Eso me había pasado con Cooper. La respuesta que me dio fueron sus ojos. “Míralos, crees estar viéndome a mí; pero no es así”, pareció decirme a través de la pantalla del televisor. Y entonces lo comprendí. No, no soy especialmente fan de los ojos claros, tan aclamados e incluso envidiados por muchos (que nadie se sienta ofendido). Los ojos de Bradley Cooper me recuerdan a los de ella. A los de ese amor ya pasado. Ese amor que le dio sentido a aquella canción del grupo Maga que rezaba “Con esos ojitos me haría un paraguas que no me llovieran más que tu miradas”.
La expresión que uso para definir esto es un “sin sentido”. ¿Qué sentido tiene que halle en los ojos de un actor de Hollywood a un amor ya (casi) olvidado? No, no soy una persona romántica. Nunca lo he sido, ni cuando me embriagaba el amor. Hablo de trivialidades, del amor no como ciencia si no como algo inevitable que nos toca a todos, al menos una vez en la vida. Ya lo dicen los expertos, es primordial tener un amante. No entendiendo esta idea a tener una pareja con la que practicar sexo. Si no tener ese “algo” que amar en la vida; ese motivo por el que despertarse cada mañana o que al menos te propone retos y pruebas de superación cada día. Puede ser un empleo, la práctica de un deporte, criar a un hijo, o por qué no, una persona.
Lo importante es no detenerse, nunca. Ante nada ni nadie. Hay que avanzar. Desconozco aun si los sueños se cumplen. Sin embargo si sé, que si pierdes esos sueños, esas metas, es como aceptar morir un poco. Cuando quieras darte cuenta, tu única respuesta ante todo será “la vida pasó”. Dicen que nunca es tarde, pero sí, lectores; a veces es demasiado tarde para emprender un sueño, para dedicarnos a lo que nos gusta, para recuperar a ese amor perdido… se nos hace tarde. A todos.
apague la pantalla de su ordenador y váyase, camine hacia lo que quiere, empiece dando pasitos de hormiga si es necesario. Seguramente sea tarde, pero nunca deje de intentarlo. Eso nunca. en su vida y sonrían. Los ojos de Bradley Cooper me han hecho detenerme a pensar, a recordar, y por qué no, me han hecho avanzar. Pasar página. Quizás no vuelva a escribir nada más, quizás no recuerde cómo se escribe. Sin embargo, he dado mi primer gran pasito
Autor: Maria Jose Barco Arbiol
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