Eurípides presentó Medea, por primera vez, en el año 341 a.C. el primero de la Olimpiada ochenta y siete. Compitió contra Sófocles y Euforión que, respectivamente, ocuparon el primer y segundo puesto. El último lugar, otorgado a Eurípides, permite interpretar que la preferencia por la tragedia sofocliana y la poética calimaquea de Euforión opacó en su momento, la euripidiana. Es importante sugerir estos datos, pues muestran que, para la época, algo le faltaba a la tragedia de Eurípides para que fuera preferida por sus contemporáneos y aunque no es nuestro objetivo hallar el porqué de ello, encontramos en la Poética de Aristóteles una de las razones por las cuales fueron cuestionadas las virtudes del salamín y que disponen el menester real de este escrito. El estagirita, menciona en su obra, cuando se refiere a las cuatro cualidades de los caracteres, lo inconveniente del deus ex machina, presente, según él, en Medea de Eurípides; una posible insuficiencia de la tragedia, que a muchos pudo no haber agradado.
Nos concentraremos, entonces, en realizar el análisis de la obra desde las partes de la tragedia y las partes de la fábula y objetar por qué el desenlace de la fábula de Medea no hace uso del deus ex maquina como artificio sino que se confunde éste con una intervención divina, producto de la fábula misma. Aristóteles, 1974: 191). En este caso, en el nudo, Medea arribó junto con su esposo, Jasón, a Corinto. Una vez allí, su esposo se comprometió en matrimonio con Glauce, hija del rey Creonte.
Al enterarse de la infidelidad de su esposo, Medea se llenó de odio y acompañada de su desventura, recibió la noticia, a través del rey, de que había sido desterrada de Corinto. Rogó a Creonte un día de plazo para organizar el viaje y preparar a sus hijos, no obstante su intención fue detenerse a planear una venganza apropiada para sus enemigos (Jasón, Creonte y Glauce). Envenenó e incineró, gracias a su magia, a la princesa y al rey, mató a sus dos hijos y consiguió, así, el sufrimiento más hondo para Jasón. Finalmente escapó, con los cadáveres de sus hijos, en el carro de fuego que recibió del sol.
Se trata pues de una fábula compleja ya que posee peripecia y agnición. Medea, desesperada por la traición de Jasón, planea matar a Glauce, a su esposo y a Creonte, incluso, expresa el deseo de morir: “¡Ay, que la llama celeste atraviese mi cabeza! ¿Qué ganancia obtengo con seguir viviendo? ¡Ay, ay! ¡ojalá me libere con la muerte, abandonando una existencia odiosa! (Eurípides, 1991: 218). Para llegar a ese estado, Medea tuvo que haber sufrido el cambio de las acciones (peripecia), no obstante este se produce por fuera de la fábula, pues a través del discurso de la nodriza, conocemos lo que llevó a Medea al infortunio y más adelante, en palabras de Jasón y de la misma Medea, reconstruimos un pasado reciente que justifica la actitud de la mujer, por lo tanto, no podríamos hablar de peripecia en el comienzo de la tragedia.
Más adelante, la intervención de Creonte posibilita el cambio de planes. La intención de Medea es causar el sufrimiento más férreo a su esposo, así, la muerte de los hijos de ambos, es la salida justa que, además, configura la peripecia. El exilio de Corinto representa el único cambio de acciones que podríamos llamar peripecia. Acompañada de un fuerte deseo de no ser el hazmerreir de sus enemigos, la noticia del destierro alimenta la magnitud de la venganza de Medea. Un dolor más que sufre, un dolor más que debe hacer padecer. Esta peripecia va acompañada de agnición, pues Medea pasa de la ignorancia al conocimiento (ya antes el pedagogo y la nodriza sabían que sería desterrada). Dicho conocimiento enaltece el odio hacia sus enemigos y colma de ira a la mujer contra sus hijos. Como dijo Aristóteles: “Es posible, en efecto, que la acción se desarrolle, como en los poetas antiguos, con pleno conocimiento de los personajes, como todavía Eurípides presentó a Medea matando a sus hijos” (1974:176).
También hallamos en la tragedia el lance patético, pues tenemos varias situaciones dolorosas o destructoras que no necesariamente encarnan la agnición. Así pues, los asesinatos que comete Medea, a sus hijos, a Glauce y a Creonte, son dos lances patéticos y la huida en el carro de fuego con los cadáveres de sus hijos, sin posibilidad de que Jasón se despidiera de ellos; con un dolor profundo, representa el tercer lance patético. Los lances se producen entre personas amigas (hijos y esposo) e involucran personas queridas por Jasón (Rey y princesa). La compasión y el temor están presentes en cada acción, lo que, finalmente, permite la catarsis, pues Medea es responsable de cada acto y sufre por lo que hace. Es la agonía que Medea vive la que produce la catarsis.
En cuanto a las cualidades de los caracteres, es de resaltar que Medea es una bruja, nieta del titán Helios, hija de la ninfa Idía. Según la mitología, aprendió de su tía Circe las artes mágicas. No se trata de una simple mortal, por lo que los atributos propios del carácter pueden variar un poco en este personaje. Medea, en tanto que carácter, es buena porque representa satisfactoriamente el (ethos) que le corresponde como figura mitológica. Es apropiada y semejante puesto que las acciones que encarna son coherentes con sus las cualidades; es una mujer orgullosa y vengativa que satisfactoriamente representa a la Medea mitológica y a la vez imita acciones y emociones reales, propias de cualquier mujer. Es consecuente, pues sigue lo necesario y lo verosímil. Lo mismo aplica para Jasón, Egeo y Creonte. (Aunque estos no tienen ascendencia de dioses). El pensamiento de Medea confirma las cuatro cualidades del caracter, pues a través de su discurso preciso y estratégico, consigue cuanto se propone. Las pasiones que logra despertar en los demás personajes son ciertamente profundas.
Además, Medea persuade a su esposo de llevar a Glauce el peplo y la corona de oro envenenados. También convence a Egeo de que la reciba en Atenas y consigue que este jure en nombre de la tierra y del sol. De igual forma refuta y responde ante los Argumentos de Jasón, de la Nodriza, del Pedagogo, del Mensajero, de Egeo. El discurso de esta mujer despierta en cada uno de los personajes, incluso en el coro, diversas pasiones; todas intensas. A su esposo le propina dolor y arrepentimiento profundos. Padecimiento insondable también es el de Creonte con la muerte de su hija. La misma Medea siente ira, dolor, celos y satisfacción. Así pues, tanto las palabras de esta mujer como sus actos son consecuentes y configuran no solo su pensamiento sino la elocución: el buen tratamiento de la estructuración del pensamiento, a través de súplicas, imprecaciones, preguntas y afirmaciones.
Ahora bien, en la poética de Aristóteles encontramos varias referencias a Eurípides. Además de las ya mencionadas, apreciamos una que nos sirve para conectar lo dicho hasta ahora con nuestro interés de replantear el uso del deus ex machina y que se relaciona con la poca aceptación que tuvo la obra en el mencionado concurso en el que ocupó el tercer lugar. Aristóteles escribió que aunque Eurípides manejaba mal los demás elementos de la tragedia, era el más trágico de todos por sus desenlaces que acaban en infortunio (1453b). Desde esta referencia que aparece en el apartado decimotercero sobre aquello que se debe buscar y evitar al construir una fábula, encontramos que ya Aristóteles concebía más de un desacierto en las tragedias de Eurípides.
No obstante es específicamente en el apartado decimocuarto que expresa lo que nos interesa con más fuerza: “Ahora bien, no es lícito alterar las fábulas tradicionales (…) sino que el poeta debe inventar por sí mismo y hacer buen uso de las recibidas” (Aristóteles, 1974: 25). Inmediatamente después dice que Eurípides lo sabe hacer bien ya que Medea mata a sus hijos con pleno conocimiento de lo que hace. Sin embargo, aunque todavía no llegamos a la parte del deus ex machina, podemos asegurar que justamente esta parte del mito de Medea fue asentida por Aristóteles (ya hablamos de las otras dos variantes célebres del mito).
Cuando Eurípides presentó la tragedia se corrió la voz de que había recibido una buena suma de dinero por parte de los Corintios por haber atribuido el asesinato de los hijos a Medea. Por lo tanto, es probable que a los atenienses no les hubiera gustado mucho la idea y esto haya influido en el poco aprecio de la obra . Además, la fuerte escena del infanticidio, que no era la más aceptada por los atenienses, se supone que también influyó en la suerte de la tragedia. Lo seguro es que no sólo los factores estéticos tuvieron que ver con la poca fortuna de la primera presentación de Medea.
Aristóteles juzgó el final de la obra como un deus ex machina. No obstante, aferrándonos a su argumento de que los mitos no deben ser transfigurados, estaríamos hablando de un desliz en la apreciación. En cada versión mitológica de Medea, el desenlace permanece intacto, pues Helios le regala un carro de fuego a su nieta para que pueda irse de Corinto. Si ese es el final del mito, el hecho de que Eurípides haya querido mantenerlo puro, no quiere decir que haya utilizado un deus ex machina: “Es, pues, evidente que también el desenlace de la fábula debe resultar de la fábula misma y no como en la Medea, de una máquina; sino que a la máquina se debe recurrir para lo que sucede fuera del drama, o para lo que sucedió antes de él sin que un hombre pueda saberlo, o para lo que sucederá después que requiere predicción o anuncio” (Aristóteles: 1974:181).
Eurípides hace que el final de Medea requiera de la representación de esta en el carro, como producto de la fábula misma, lo que puede fácilmente interpretarse como un deus ex machina. Pero, nunca en la tragedia aparece Helios regalando el carro; es Medea quien justifica su aparición como regalo del dios, incluso, desde que Egeo realiza el juramento se sabe que ella escapará luego de cometer los asesinatos. De esta forma, podemos concluir que Eurípides no utiliza un deus ex machina por la dificultad de establecer un final coherente para su tragedia. El final está finamente construido desde las primeras páginas, incluso sabemos que Medea se irá para Atenas, como sucede en el mito.
El uso del carro se atribuye a la necesidad de Eurípides de representar el desenlace del mito tal y como se conoce para ser consecuente con la inmortalidad de Medea. No se trata de un deus ex machina sino de un artificio similar, que otro buen comediógrafo hubiera también utilizado, incluso si pretendiera agradar a Aristóteles. Medea tiene todos los atributos propuestos por el estagirita en la poética para ser considerada una tragedia compleja que, con el beneplácito del filósofo, fue compuesta por el mejor de los trágicos.
BIBLIOGRAFÍA
• Aristóteles. (1974). Poética. Madrid. Gredos.
• Eurípides. (1991). Tragedias. Madrid: Gredos.
• Falcon, Constantino et al. (1980). Diccionario de la mitología clásica. Madrid. Alianza.
• Tedeschi, Gennaro. (2010). Commento alla Medea di Euripide.
Escritor: Milena Parra