Entendemos a la comunicación como un fenómeno profundamente antropológico. Desde esta perspectiva creemos que la comunicación es un fenómeno complejo que refleja y reproduce cierto estado y dinámica las condiciones económicas, políticas y simbólicas de los conjuntos sociales. Los procesos de comunicación circulan ininterrumpidamente en múltiples escenarios cotidianos: en la calle, en las instituciones, en los hogares, en los medios, en los barrios. No queremos reducir la comunicación a elementos que forman parte de ella: el mensaje o el medio/soporte. La comunicación es un complejo proceso de interacciones e intercambios de sentidos mediatizados por nuestro lenguaje y por nuestras particulares formas de ser en el mundo.
En la sociedad contemporánea el papel de los medios masivos de comunicación tiene una fuerte y predominante incidencia. Pensamos que el sistema capitalista ha puesto la ideología no tanto en la esfera del razonamiento y del conocimiento, sino más bien y cada vez con mayor fuerza, ella se expresa y articula sobre todo en la ilusión, en el sueño y en la fantasía de las masas, en lo imaginario y en lo simbólico. No obstante, un abordaje analítico sobre las ideologías nos enfrenta a un material estratificado, en el que una capa siempre puede esconder otra. Intentar delimitar en un texto las instancias ideológica y enunciativa, es aventurarse en una búsqueda que sabemos no habrá de acabar nunca, pues desde el punto de vista de su funcionamiento enunciativo e ideológico, los enunciados son muñecas rusas cuya exploración, creemos, jamás se acaba.
Retomamos el concepto de ideología para hacer referencia a ese aspecto de la condición humana bajo el cual los seres humanos viven sus vidas como actores en un mundo que cada uno de ellos comprende en diverso grado. La ideología sería el medio a través del cual opera esta conciencia y esta significatividad. Esta concepción de ideología incluye deliberadamente tanto las nociones y la experiencia cotidiana como las elaboradas doctrinas intelectuales, tanto la conciencia de los actores sociales como los sistemas de pensamiento y los discursos institucionalizados en una sociedad dada. Pensar de esta manera la ideología significa considerarla desde una perspectiva particular, no como cuerpos de pensamiento, o estructuras de discurso per se, sino como manifestaciones del particular ser-en-el-mundo de los actores sociales, de los sujetos humanos. Concebir un discurso como ideología equivale a considerar la manera en que interviene en la formación y transformación de la subjetividad humana. La función de la ideología en la vida humana consiste básicamente en la constitución y la modelación de la forma en que los seres humanos viven sus vidas como actores en un mundo estructurado y significativo. La ideología funciona como un discurso que se dirige, o como dice Althusser, interpela a los seres humanos en cuanto sujetos.
Pensando en la ideología dominante neoliberal, percibimos que ésta no se encuentra sólo en los mensajes que difunden los medios; que ella permea todo el conjunto de la sociedad. La familia, la escuela, la religión, son eficientes reproductores ideológicos. En la práctica cotidiana, en las conversaciones, en la ropa, en los gestos, podemos verla reproduciéndose y retroalimentándose en forma no consiente. El lenguaje, el idioma que todos hablamos y por el cual nos expresamos y entendemos, está impregnado de improntas ideológicas. Todos, aún aquellos que la cuestionamos, somos en alguna medida –a veces involuntariamente, otras no tanto- vehículos portadores y reproductores de la ideología hegemónica. La ideología, pues, entrama todo el tejido social; emana de las mismas reglas de juego del sistema económico y social en que estamos inmersos, basado en la obtención del lucro y en la libre competencia.
En este contexto los mensajes emitidos por los medios de comunicación masiva reafirman permanentemente una interpretación, una determinada visión del mundo y de la vida, unos determinados valores, que llevan a descartar otros posibles. Ocultan el conflicto, enmascaran la contradicción. Y en esa función se han demostrado altamente eficaces. Los medios contribuyen eficazmente a alimentar una determinada visión del mundo y por esa vía a bloquear el surgimiento de otra/s. Responden ciertamente al imaginario popular (y de ahí su éxito y el consenso de que gozan), pero para desviarlo y domesticarlo, para direccionarlo en sentido opuesto a la liberación. Se sitúan en la zona más regresiva y más conformista de los deseos de sus destinatarios. Trabajan con las aspiraciones humanas para fijarlas y perpetuarlas en una salida falsa e ilusoria.
Si bien la ideología neoliberal hegemónica tiene una participación decisiva en la configuración de las identidades de los sectores subalternos no es menos cierto que éstos últimos no se corresponden íntegramente con aquella. Existe un margen de autonomía que proviene tanto de experiencias y observaciones de la realidad concreta como de la propia posición en la estructura social. En este sentido, las identidades sociales no pueden ser consideradas como previas a una determinación societal, ni como atributos esenciales inmanentes o exclusivos de un grupo humano, sino como el complejo resultado de particulares procesos históricos y formaciones sociales determinadas.
BIBLIOGRAFÍA
Althusser, L. “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”. Nueva Visión. Buenos Aires. 1975.
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Narosky, S. “Antropologías mundiales. ¿podemos pensar fuera de los discursos hegemónicos?” en Mesa Redonda del Primer Congreso de la Asociación Latinoamericana de Antropología. Rosario. 2005
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Escritor: Mariana Margarita Pando