En el contexto de la revolución electrónica que, en nuestro país, apenas comenzamos a asimilar, la ortografía está pasando por una de sus más fuertes crisis. La policía ortográfica se ha visto en la necesidad de elaborar y viralizar memes con información sobre las formas correctas de escribir tal o cual palabra, o con reglas de acentuación o uso de esta o aquella letra. Esto no ha sido suficiente y muy probablemente no lo será por dos razones principales: la primera es que el internet es, a pesar de la vigilancia a la que está sometido, el medio masivo libre por excelencia. Y esto implica que sus usuarios, a diferencia del contexto escolar, no son calificados por nadie y están en perfecta facultad de ignorar y hasta bloquear la información que llegue de los correctores voluntarios.
La segunda razón es que internet es, también, el medio masivo democrático por excelencia. Y esto implica que cada vez es y seguirá siendo mayor la cantidad de usuarios, es decir que cada vez habrá más usuarios de los estratos socioeconómicos bajos: los menos y/o peor alfabetizados. Y entonces, ¿cuál puede ser el resultado (o el fin) de la lengua española, del buen escribir, si cada quien utiliza sus formas y sus signos como se le da la gana? Para conocer y entender más a fondo esta situación, necesitamos un poco de historia.
La verdadera y triste historia ortográficavEl nacimiento de la lengua castellana escrita, que tuvo lugar durante los siglos XII y XIII,bmusulmán en España, 2) la gran cantidad de obras que se traducían del árabe, el hebreo, el leonés, el italiano, del griego y el latín, (es decir, la proliferación de la escritura) y 3) la necesidad de engrosar el ” saber en los ámbitos científico, histórico, médico, literario, jurídico, etc.
Alfonso X de Castilla, en el siglo XII, impulsó las primeras propuestas de fijación y normalización del romance castellano. Sin embargo, las variaciones fonéticas, provocadas por el uso y el constante comercio lingüístico con las demás lenguas portugués) aún dieron pie a la variedad de soluciones gráficas utilizadas en la escritura. Más tarde, con la expansión del reino de Castilla, también fue creciendo la influencia de la lengua. En 1492, Elio Antonio de Nebrija publicó la primer Gramática Castellana y en 1517 las primeras Reglas de Ortografía Española. No pasa desapercibido que el autor .
Siguiendo esta línea, surge en 1713, la Real Academia de la Lengua Española, como copia de la Academie Française, fundada en 1635 por el cardenal Richelieu. Éste último famoso por otros maravillosos inventos como el espionaje, por su censura a la prensa, la persecución y ejecución de sus rivales políticos, y por haberse convertido, a través de sus prácticas diplomáticas, en uno de los hombres más ricos de la historia de Francia.
A partir de aquí, la reglamentación del castellano toma un curso distinto: se vuelve arbitraria y caprichosa. Ejemplo de esto es la Orthographía Española de 1741, que fue rechazada por sus incoherencias (p. ej. romper con el fonetismo) y anacronismos (p. ej. forzar el regreso a la ortografía etimológica). Las propuestas posteriores mejoraron algunos puntos, pero siguieron el desorden y las contradicciones. Esto, curiosamente, ocurrió justo en el siglo literario español más pobre y menos creativo.
En 1823, Andrés Bello y Juan García del Río publicaron sus Indicaciones sobre la conveniencia de simplificar la ortografía en América. Su planteamiento principal: representar cada sonido con una sola letra para favorecer, en el proceso de aprendizaje, la lectura y la escritura, y no gastar el tiempo memorizando reglas. Pero para esto es recordar cuál es el objeto de la y finalmente, pensar en los iletrados antes que en la etimología. Veinte años más tarde, Domingo Faustino Sarmiento haría una propuesta que también buscaba darle un nuevo jalón al sustituir la forma no autóctona del castellano por su forma aborigen, para cada región de América.
La Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile adoptó algunas de éstas propuestas y más tarde lo hicieron Argentina, Ecuador, Colombia, Venezuela y Nicaragua. Sin embargo, en 1844, Isabel II impuso, por decreto real, el acatamiento a las normas de yugo impuesto por y finalmente, en 1927, el último país que resistió la restitución, Chile, instauró las normas de la RAE para la enseñanza y los documentos oficiales.
En 1951 se fundó la Asociación de Academias de la Lengua Española, triste y aburrida institución cuyo presidente honorario es siempre el director de la RAE, y cuyas labores y proyectos son, en buena medida, irrelevantes para el hablante común. En 1997, en la inauguración del primer Congreso Internacional de la Lengua Española Gabriel García Márquez puso en los oídos mundiales cosas que sabemos desde hace mucho: que la lengua ya no cabe en su pellejo y que nuestra contribución a ella, a punto de entrar en el nuevo siglo, sería liberarla de sus fierros normativos, abrirla a la riqueza de las lenguas indígenas, simplificar su gramática y de una vez por todas, jubilar a la ortografía. En 2010 la RAE y la ASALE presentaron cambios en la nueva edición de la Ortografía de la Lengua Española, en la que, sorpresivamente, no hay nada nuevo ni se produjo ningún cambio.
Escritor: Pedro González
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