Dentro del campo de la economía, la educación tiene diferentes maneras de abordarse y dependiendo de cada una de ellas son los problemas que se plantean. Aprovecharé este momento para hacer el contraste entre dos teorías, por un lado, la teoría del bienestar; por otro, la teoría del desarrollo humano. La economía del bienestar sostiene que el buen vivir de los individuos radica en los bienes y servicios que ellos gozan.
En este sentido, la tarea a cumplir por parte de la sociedad consiste en producirlos. Loa anterior, con el objetivo de garantizar la disponibilidad de bienes y servicios para la población. De igual manera, las personas deben concentrar sus esfuerzos en aumentar sus ingresos, pues mientras más alto sea su poder adquisitivo, más elevado será su consumo de productos y, en consecuencia, su bienestar aumentará. Así pues, para conocer el crecimiento de un país basta con medir su capacidad productiva y el ingreso de su población.
La teoría del bienestar implica ciertas dificultades. Cuando se centra demasiado la atención en los productos y en el ingreso social, no se considera la distribución y el aprovechamiento de los recursos. En este sentido, las condiciones de vida de una sociedad no se muestran con claridad. Por ejemplo, una nación puede generar bienes y servicios a grandes escalas, bajo el panorama del bienestar, se diría que el país es próspero; sin embargo, si los recursos son adquiridos por pequeños grupos, el resto de los sectores sociales viven en situaciones desfavorables. Precisamente esto es lo que sucede en países altamente desiguales.
Ahora bien, la teoría en cuestión también tiene efectos en la manera en la cual se considera a la educación. ¿Qué pasa con la educación en el enfoque del bienestar? Sucede que la educación es un bien y, como tal, los países fomentan su producción y las personas buscan aumentar su consumo. De igual manera, dado que la distribución es tema secundario, una nación puede contar con ofertas educativas y al mismo tiempo contar con una población que no puede acceder a ellas.
En este escenario, es fácil comprender una de las críticas a la teoría del bienestar social: los bines y servicios disponibles no son suficiente para asegurar el buen vivir de la población. Otra crítica proviene de la teoría del desarrollo humano. Al parecer de dicha perspectiva, si lo que se pretende es mejorar las condiciones de vida, los productos no lo hacen de manera directa, pues es posible carecer de las aptitudes para aprovecharlos. Sirva como muestra, alguien asiste a un concierto de Elvis Presley pero es sordo. Un producto no es igual a su utilización, mucho menos al bienestar de una persona.
En respuesta, la teoría del desarrollo humano propone abandonar los bines como foco de discusión y colocar en su lugar a las capacidades. Asimismo, además de las capacidades, incluye la idea de oportunidad y de libertad. En necesario que una persona tenga la habilidad para llevar a cabo sus proyectos, pero también es indispensable saber qué otras opciones tuvo. Si las alternativas son reducidas, la libertad de elección también lo es y, como resultado, la calidad de vida disminuye. En breve, el buen vivir radica en contar con una triada: una amplia gama de oportunidades de las cuales se tiene la libertad de elegir y, además, las capacidades para aprovecharlas.
La teoría del desarrollo humano ya forma parte de mecanismos institucionales. En los años 80’s, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) adoptó este enfoque: fijó entre sus objetivos promover el bienestar de las personas. Para ello, el PNUD ha centrado sus esfuerzos en aumentar las oportunidades de las persona para que éstas lleven a cabo sus proyectos de vida. En tales términos, el concepto de desarrollo humano toma toda su importancia, es “un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos y que se traduce en la libertad general que deberían tener los individuos para vivir como les gustaría.”
En cuanto a la educación, el mundo de los productos se vuelve campo de oportunidades y capacidades. El aporte de la teoría del desarrollo humano es considerar a la educación no sólo como un bien de consumo, hay que ir un paso más: comprender que el aprendizaje es la capacidad de adquirir conocimientos. Así vista, la educación es un ejercicio, una práctica y no un mero objeto de compra.
El viraje entre una teoría y otra nos da pautas para resolver de otra manera problemas actuales; entre ellos, el problema de la información. Actualmente el acceso a datos es inmediato, el internet ha logrado borrar varias fronteras, sean espaciales, de costos, incluso de censura. En el esquema de la teoría del bienestar, es suficiente contar con el bien internet; no obstante, el enfoque del desarrollo humano nos muestra que sin ciertas capacidades éste no es totalmente fructífero.
Pese a lo útil que resulte el internet, en manos inexpertas puede ser una vorágine de datos sin relación alguna. Por lo cual, es preciso desarrollar ciertas habilidades para lidiar satisfactoriamente con él. Justamente es aquí donde la educación, definida como práctica, nos arroja luces: la educación es algo más que una matrícula en cualquier institución, es la capacidad de acceder a nuevos contenidos; más exactamente, la educación nos hace capaces de seleccionar, analizar y sintetizar información. Podríamos decir, entonces, que la educación nos da los elementos para obtener todos los beneficios del internet. Cabe decir, no sólo del internet, de muchos más recursos.
Escritor: karen peralta