Pregunta clave que deberíamos respondernos todas las personas que tenemos en nuestras manos la gran responsabilidad de ser ductores de jóvenes a todos los niveles, ya que de nuestra labor dependen aspectos sociales muy importantes. Soy poco amiga de establecer parangones con épocas pasadas porque considero que cada época tiene sus aspectos positivos y no tan positivos, pero es indudable que al día de hoy tenemos condiciones que han mermado en gran medida los cimientos sobre los que es imprescindible construir las bases de las sociedades.
Uno de los inconvenientes con los que nos tropezamos los profesores, es encontrarnos con jóvenes que no han sido educados en la investigación. Si bien es cierto que disponen de adelantos tecnológicos envidiables en cuanto a la velocidad de ubicación de la misma, también es verdad que no les fue enseñada la hermosa experiencia de adentrarse en una Biblioteca, escudriñar en los anaqueles, revisar los archivos, armar un trabajo luego de la consulta de varios libros.
Muchas veces al indicar la elaboración de un informe, se limitan a entrar en Internet, colocan el criterio de búsqueda y cuando el sistema despliega los diferentes links, toman el primero, lo abren, lo imprimen, diseñan una carátula espectacular con colores fantásticos, fotos 3D, etc., lo encuadernan y lo entregan sin siquiera verificar si, de hecho, lo impreso, cubre los presupuestos del trabajo requerido. Dan por sentado que si el título del link abierto se parece al criterio de búsqueda ya el trabajo “está hecho”, y cuando se enfrentan con la realidad de la evaluación del mismo, simplemente no lo pueden creer.
Y no es que los jóvenes de esta época sean menos inteligentes o menos dispuestos, sino que simplemente muchos Profesores hemos olvidado la esencia de nuestra importante labor que va mucho más allá de suministrar conceptos, enumerar características, impartir clases magistrales que si bien son importantes desde el punto de vista didáctico, no siempre cubren esa parte, digamos, intangible de la labor de un Profesor; y digo intangible porque esa “labor” no se puede calificar como se califica un trabajo, no queda escrita en los cuadernos de los estudiantes, pero definitivamente tienen un peso específico inconmensurable porque quedan grabadas en sus mentes y en sus corazones.
No son pocas las veces en las que cualquier alumno plantea un tema que nada tiene que ver con lo establecido en el programa de cátedra. Dependerá de cada Profesor entender que oportunidades como esas son lingotes de oro en sus manos, porque no pocas veces dos horas de discusión grupal en un salón de clases, sobre cualquier tema, logran dejar en los estudiantes (y también en los profesores) un residuo, un aprendizaje, una experiencia que quizás, más adelante, marque la diferencia en la vida de cualquiera de ellos cuando se enfrenten a cualquier circunstancia de la vida. Muchas serán las ocasiones en las que podrá recurrir a ese “archivo” en su mente y en su corazón.
Es importante igualmente recordar que los Profesores representan una extensión de la casa en los colegios, escuelas y universidades. No es la idea sustituir la labor de padres en el hogar, pero es indudable que la misma debe encontrar en las escuelas y universidades un terreno fértil de afianzamiento. Por eso es importante recordar que la labor Profesoral no termina con una clase impartida sino que va mucho más allá.
Al ser severos, pero con tasa y medida, estaremos logrando delegar conocimientos (nuestra principal labor) pero también estaremos sembrando respeto, disciplina y responsabilidad, armas éstas que marcarán la diferencia cuando los estudiantes salgan de nuestras aulas. como Profesores, adicionalmente, estamos obligados a entender que el aprendizaje es una vía en dos sentidos razón por la que si bien es cierto tenemos conocimientos que transmitirles, no es menos cierto que también los estudiantes tienen mucho que enseñarnos. Ese aprendizaje mutuo, cuya conducción y monitoreo depende de los Profesores, es base firme para mejores sociedades.
No perdamos esa oportunidad.
Escritor: Magda Mascioli García
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