En la mayoría de las chicas les dan vergüenza sus genitales, no así a los varones. ¿Por qué ocurre esto? ¿Cómo podemos interpretar esta vergüenza, como un complejo o simplemente como una dificultad para hablar? Las vergüenzas y los miedos pueden dificultar una vivencia placentera de la sexualidad?
Cuando intentamos dar respuesta a estas cuestiones, no podemos dejar de lado una diferencia anatómica fundamental que condiciona la manera en que los chicos y las chicas se relacionan con sus genitales, y que ya hemos comentado en el capítulo anterior: los chicos miran hacia abajo y se ven los genitales, las chicas sólo se ven el pubis.
Además de eso, ellos se tocan cuando orinan, cuando se les arreglan sin ningún pudor incluso en público; confiesan masturbarse en un porcentaje considerable y están acostumbrados a verse pasar el pene de la flacidez en la erección y al revés. También ven los otros chicos en los urinarios, o en gimnasios, y están acostumbrados a que se celebran, desde muy pequeños, sus atributos (-Está bien dotado! «,» ¿Dónde tiene el chico la pilila? «). En definitiva, crecen teniendo con sus genitales una relación abierta y cómoda, sin mitos ni historias extrañas, con la única y enorme preocupación, eso sí, del tamaño.
Los adolescentes varones no muestran ningún tipo de disgusto por sus genitales, pero numerosos estudios, la observación de la realidad circundante y nuestra experiencia con los alumnos, nos demuestra que el estereotipo de pene grande y duro sigue funcionando y que la aparición de la Viagra o las campañas que promueven el uso del preservativo han vuelto a poner el énfasis en el pene, en la erección y en el rendimiento. Nuestros jóvenes sienten una gran presión y angustia, pero difícilmente lo confesarán públicamente.
En cuanto a la relación de las chicas con sus genitales, contrariamente a los chicos éstas no pueden verlo les fácilmente: necesitan un espejo y la incomodidad es obvia. Y no digamos ya para verse por dentro! Ellas sienten, más que ven, los sus genitales, y ni está bien visto que se miran ni mirar los genitales de otras chicas. Contribuyen a mantenerlas apartadas de su anatomía todo un montón de tópicos: que es algo sucio, que huele mal – observamos la abundancia de productos para la higiene íntima femenina. Y cuando se relacionan con sus genitales es a partir de la menstruación, a menudo dolorosa, siempre incómoda, y casi siempre unida también a medidas protectivas por el peligro del embarazo. Los comentarios a las pequeñas no van más allá de-On tiene la chica el culo? «Y es impensable ver celebrar el tamaño de su vulva o de su clítoris. De esta manera, lo normal es que las chicas conozcan sus genitales a partir de las relaciones sexuales, es decir, que sea el otro el que las descubra.
Las medidas educativas ahí están muy claras: con los mensajes represores hacia las chicas, que se inician muy pequeñas, estamos dificultando de que se conozcan ellas mismas, aparte de que biológicamente lo tienen más difícil. En nuestras clases de sexualidad, algunos varones sensibles atreven a preguntar qué les gusta a las chicas y, lo que es más interesante, si las chicas saben lo que les gusta y si se lo podrán decir. Pero saben las chicas qué y cómo les gusta si no se conocen ellas mismas, si los mensajes sobre cómo deben vivir su sexualidad se limitan a -el cofresico serraico «?
Además de las causas anatómicas que acabamos de comentar, hay otros aspectos culturales que justifican por sí solos la vergüenza que sienten las mujeres por sus genitales. La socióloga A. Vilar nos cuenta que la historia sexológica nos ha hecho llegar una imagen negativa de los genitales femeninos: se les ha ocultado no dándoles nombre y se les ha estudiado poco y mal.
La ciencia sexológica no empieza a poner nombre a los órganos femeninos hasta bien entrado el siglo XVII. Un siglo después desaparece la idea de la correspondencia inversa entre los órganos masculinos y femeninos, es decir, que estos son como un repliegue hacia dentro de los órganos masculinos. El descubrimiento del clítoris es esencial para desmontar esta teoría de la simetría inversa, pero los estudiosos no se explican que las mujeres tengan dos pene: un pene normal interior (la vagina) y un pene pequeño exterior (el clítoris). El clítoris rompe su esquema mental y muchos pasan a considerarlo un órgano superfluo patológico. La moderna aparición de terminología sobre los genitales femeninos pone el énfasis en la reproducción y en aquellas zonas que sirven para tal fin. Sólo bien entrado el siglo XX la ciencia sexológica ocupa, finalmente, de las cualidades erógenas, de excitación y placer, de los genitales externos.
Este breve repaso del estudio científico de los genitales femeninos nos hace darnos cuenta del montón de prejuicios que las mujeres llevan todavía en la espalda, prejuicios que nuestras adolescentes sufren todavía y sufrirán si no empezamos a allanar el camino ya hacer -los hacerlo más fácil.
Autor: Materiales de sexualidad. Rosa Sanchis.