Hoy en día, las empresas abarcan una tipología amplia de instituciones, que van desde las de propiedad individual hasta las sociedades anónimas.
La empresa de propiedad individual, o empresa tradicional, tiene un solo dueño, denominado propietario, está sometido a una responsabilidad ilimitada: en caso de deuda de la empresa, debe responder con todo su patrimonio. También son generalmente las pequeñas empresas las que poseen este régimen de empresa individual o tradicional.
La empresa en régimen de sociedad anónima, por el contrario, tiene muchos propietarios, llamados accionistas o poseedores de acciones. Una acción es una parte proporcional de la propiedad en que queda dividida la empresa. Los propietarios tienen aquí una responsabilidad limitada: cada uno responde de las deudas de la empresa tan sólo con el valor de sus acciones, ya que cada acción puede traspasar de una persona a otra, y la empresa tiene una existencia que es bastante independiente de la de sus propietarios. La sociedad anónima posee una personalidad jurídica independiente de la de sus propietarios y suele observarse en ella una separación entre propiedad y gestión. Son las empresas de tamaño grande las que generalmente constituyen sociedades anónimas.
Un caso intermedio entre la empresa individual y la sociedad anónima lo constituye la sociedad de responsabilidad limitada, que tiene también personalidad jurídica propia y una limitación de la responsabilidad de los socios. Esta forma jurídica es más apropiada para empresas de tamaño mediano.