Cuando vi por primera vez a esa hermosa criatura, no pude evitar mi emoción, dicha y gratitud, al observar a ese nuevo ser, aún envuelto por la divina luz de su creación. Solo pude experimentar y percibir su AMOR. Esa palabra extraña y hoy, casi olvidada, en muchos casos, oculto en una sonrisa de cualquiera o simplemente obtenible de un gesto sincero y descomplicado, de un perfecto desconocido. Si tan solo pudiéramos lograr identificar esto en cada persona, por pequeño que fuera su aporte para nuestras vidas, tal vez sería mucho más fácil llevar esta vida a la que llegamos con la desnudez de nuestro cuerpo pero con el abrigo protector de nuestro creador.
Un hijo, si lo vemos desde una función simplemente reproductiva del ser humano, tal vez no cambia nada, puesto ese hombre, no homo sapiens, sino homo universalis, como lo leí alguna vez de Joel Tabarez, gran ser que no conozco en persona pero que sin duda, de espíritu creo conocer y admirar en su labor y enseñanza y de quien intentaré describir este hombre-ser que conocemos, como producto de la evolución de una especie universal que proviene de alguna parte y fue cultivado cual semilla de gran simiente, pero que al igual que una semilla fue corrupto por la larva de la ignorancia y esclavizado por esta misma, hasta nuestros días. Sin duda este tema que acabo de tocar lo voy a profundizar a lo largo de esta obra que hago como legado a mi hijo y a mis hijos. Pero cuando vemos la llegada de este nuevo ser como una oportunidad de nuestro creador para recordar la sensación del amor más puro y limpio, entonces es cuando se produce ese milagro que despierta esa, su simiente, de la ignorancia, poco a poco y que logra hacer una mágica transformación en los espíritus que vienen a este plano físico y denso de la energía y les mantiene vivos hasta hacerlos uno con su ser superior.
El amor de mis padres.
A mis padres les debo todo, a la señora Myriam y a don Placido, el más puro, real y sincero ejemplo de amor incondicional, desinteresado y real para tres hijos productos de ese amor, Yesmides, Anderson y este servidor, y que tiene la dicha, el honor y el orgullo de hablar de sus progenitores desde mi más sincero agradecimiento.
Una pareja de seres que vieron el amor el uno del otro, y que en tan solo un mes decidieron unirse en matrimonio y pasar más de treinta y ocho años y contando, amándose y entregándose la suficiente comprensión, respeto, decisión y común acuerdo, que al parecer es uno de los principales secretos para que su relación y cualquier relación pueda llevarse a cabo. El AMOR es el gran secreto de todo, el elemento protegido y mejor guardado en la semilla simiente del humano universal, que se guarda sigilosamente en cada cámono de sus registros y con el que en sincronía y complicidad con el “vacío”, hacen su danza geométrica creacional y producen el impulso vivo del creador Padre y madre, en perfecta armonía, en singular entrega y con el adecuado respeto y acuerdo, acontecen con sorprendente decisión, y logran lo increíble; perdurar la simiente de amor, y llevar a un plano denso porciones de energía y de luz con conciencias voluntad “almas” e infinitos procesos evolutivos “reencarnaciones” que crecen energéticamente gracias a la oportunidad de volver a la densidad, a solucionar, reparar y aprender, para después transcender a planos superiores y continuar con su parte en la magnífica danza creadora de padre y madre.
Un dios, un país, un trabajo, un sueño?
Si bien es muy cierto que mis padres me entregaron todo su amor desde el espíritu, también debo reconocer que igual que millones de habitantes de nuestra diosa Gaia, “Tierra”, crecieron en una sociedad de humanos gobernados por un dios, al que se debe guardar temor, miedo y obediencia. Un país de supuesta libertad y democracia en el que obedecemos a un gobierno de límites imaginarios, estratificación y absurda inequidad en todos los niveles sociales. Un trabajo o labor que determinará su calidad de vida y la de su familia y por medio del cual podrá realizar un sueño o anhelo que en la mayoría de los casos al igual que el dios, el gobierno, el trabajo y demás, fue impuesto como un modelo a seguir.
En esta parte siento un profundo sentimiento de impotencia ante algo que es más grande que mis fuerzas, pero que gracias al despertar de la conciencia podremos llevar a esos millones y muchos más, el nuevo mensaje liberador de los falsos dioses, mandatos, prohibiciones, temores y miedos de los que por siglos nos han gobernado.
Cuando hablo de la larva de la ignorancia estoy convencido que me refiero a los seres, al parecer de otra simiente, que controlan en forma absoluta las mentes humanas y utilizan el engañoso control e hipnosis grupal al que tienen sometidos a millones y por medio del cual llevan a cabo un oscuro plan de proporciones épicas que se viene ejecutando a cabalidad durante la historia que hasta hoy conocemos. Esta misma larva proveniente de planos más densos y con los que hemos aprendido a vivir en supuesta tranquilidad, nos han separado de nuestra simiente y nos han enseñado a temer y a obedecer a todo cuanto quieren y en cualquier aspecto de nuestras vidas.
La primera vez que sospeche que algo no iba bien con el tema de Dios, fue casi a los 33 años, y sentí que ese dios del que me hablaba el antiguo testamento del libro “sagrado” utilizado por la religión de cuna al que sin consulta alguna, pero con el mismo amor de mi creación, y una que otro requisito civil para acceder a mis derechos como ciudadano de un país con limites imaginarios y producto de una independencia en donde solo cambiamos de dueños, mis padres decidieron bautizarme. Y esa sospecha de que algo iba mal surge en la hermosa ciudad de Santa Marta, a orillas del mar Caribe y con magnificas condiciones naturales cuando pude recordar mi verdadero origen y despertar de ese sueño profundo en el que me encontraba en ese momento.
Tal vez tu que estás leyendo este humilde relato, creeras que solo estoy un poco trastornado o que tal vez hice mal uso de alguna sustancia psicoactiva o que se yo. Pero para bien de los lectores me encuentro en perfecto estado de salud, despierto, con mis ojos bien abiertos, muy a gusto, bien descansado y sintiéndome mejor que nunca. Porque decidí escribir un mensaje para Gabriel Andrés y Abigahel, quienes me sabrán leer y de los que viviré orgulloso por siempre. Un mensaje que les prepare un poco el camino que inicio su padre y que tal vez puede reemplazar en cierta forma algún dispositivo electrónico que le negué por su bien y las horas en las que falté como padre por cualquier motivo. A ellos les digo que crean en lo que sus corazones les señalen y que si aceptan un Dios, solo sea porque lo descubrieron por sí mismos, dentro de su ser, así como lo pude descubrir gracias al contacto con la naturaleza en Santa Marta, fue solo en ese momento donde conocí al Dios que mora en mi, y del cual soy tan dueño como lo es cada uno de nosotros. Tu eres Dios y su divinidad mora dentro de ti, en cada partícula infinitamente eres Dios, lo llevas dentro, es sangre de tu sangre y uno con el todo.
Cuando este escrito tenga más de quinientos años, si sobreviviere, será un texto obsoleto de algo que todos conocen, pero si lo miramos en nuestros días, es un libro que devela una increíble historia de un ser que ignora su divinidad y que es sometido a una falsa doctrina en donde se le enseña gracias al miedo y temor, a un dios celoso y castigador del que no me cabe duda pertenece a una simiente distinta y que sabiamente mencionara Jesús en las pocas verdades que se conservan en la biblia modificada y manipulada desde varios fines e intereses.
Fragmento de mi libro Sangre de mi Sangre.
Nelson Angarita Parra