En diferentes relatos de Kafka, al igual que en su novela El Proceso, hay un viaje interminable a través de instancias que, al parecer, son infinitas. Distancias infinitas para personajes limitados, los cuales no pueden cumplir con las exigencias necesarias para recorrer esas distancias. Sin embargo, los sujetos que se mueven en los relatos cumplen las condiciones mínimas para dar rienda suelta al inconmensurable proceso. Así, por ejemplo, el campesino de Ante la ley, cumple con el requisito mínimo para estar el resto de su vida frente a la puerta de la ley, sin poder acceder a la ley; este requisito es buscar la ley y presentarse a sus puertas, aunque no pueda entrar y la ley sólo sea una puerta infranqueable.
Pero si los personajes no cumplen con los requerimientos indispensables para llegar al final de un camino, al menos se dan a la tarea de empezar a recorrerlo, de intentar franquear los primeros límites que se interponen entre ellos y la tarea que debe ser realizada. Mas el hecho de que los personajes kafkianos pongan en marcha el proceso que les salta ante sí, que hagan todo lo posible por dar término a eso extraño que no depende de ellos mismos (pero que gira en torno a ellos), que construyan una posible salida del lugar en el que han despertado, el hecho de que hagan todo esto no significa explícitamente que los personajes sean concientes de lo interminable del camino o que se comprendan en sus propias limitaciones (limitaciones para cumplir con la tarea ).
Pero ¿qué papel tiene entonces el personaje en un movimiento y despliegue de la obra que lo rebasa y lo deja completamente circunscrito a su condición mortal, a su condición de “sujeto”? ¿Hay que pensar acaso que en el relato kafkiano se ponen en juego otras relaciones diferentes que las que se resumirían en infinito y finito, limitado e ilimitado, conmensurable e inconmensurable, etc.? ¿Acaso los relatos de Kafka intentan sobrepasar esta contraposición, proponiendo elementos que se sobreponen a las contraposiciones corrientes, aunque manteniéndolas y pensándolas de otra manera?.
Si no podemos dar una respuesta inmediata y tajante a estas preguntas (hacerlo sería contraproducente y esquivaría la propuesta literaria de Kafka), lo que sí podemos hacer es adentrarnos en ciertas particularidades de El Proceso, teniendo como punto de apoyo y horizonte la última frase del capítulo X. Aunque este capítulo no es el último de la novela, ya que Kafka dejó esta obra inconclusa, lo tomaremos como tal, para pensar la culminación del proceso y el ambiente construido por Kafka. Así pues, analizaremos la última frase de la novela antes mencionada y veremos cómo Kafka toma postura frente a dichas contraposiciones.
En el capítulo I de El Proceso, Josef K., protagonista de la novela, es arrestado; en el capítulo X, Josef K. es llevado al cumplimiento de su proceso, éste es asesinado por dos guardias que le entierran un cuchillo en el corazón. K. exclama, con su último aliento: “¡Como un perro!”. La voz que narra complementa su exclamación con lo siguiente: “era como si la vergüenza hubiese de sobrevivirle.” Si bien resulta enigmático el sentido de la exclamación, “¡Como un perro!”, no menos enigmático es su complemento. ¿Qué significa que Josef K. muera como un perro? Y ¿Qué quiere decir que la vergüenza le sobreviva? Una posible lectura, acerca de la exclamación y la condición perruna de la muerte, puede referirse al hecho de que el perro, entendido a partir de una posición antropomórfica, es aquel animal que representa lo más bajo, la pérdida de todo lo humano, de la posición antropocéntrica .
Es decir, en la muerte de Josef K. se borran los referentes humanos que hacen que el mundo sólo alcance una configuración desde la comprensión, concepción o sentimientos humanos. En una concepción antropomórfica se puede pensar que el hombre no es el ente en torno al cual se mueven los demás entes, se puede pensar que el hombre es un ser que está junto a otros seres, pero que algunas veces el hombre se ve metamorfoseado en otros, para, así, llegar a ciertas instancias que no le competen primariamente.
También se podría pensar que el hecho de que Josef K. muera “como un perro” lo vincula al hecho de ser judío, ya que esta designación era bastante común en la época de Kafka. Que muera como un perro implica que, a pesar de ser hombre, él muere como un judío. Es decir, viviendo como hombre (entendido éste como concepto general y universal), muere como individuo (como particular). Pero esta particularidad está inmersa en un grupo, en el judaísmo. Muere como alguien particular, pero esa particularidad no le compete solamente a él, sino que se desplaza al hecho de participar en una comunidad específica.
Por otra parte, el complemento narrativo de la exclamación perfila más aun su muerte, ya que menciona lo que le pasa o le pasará después de que su muerte se realice. No será nada difícil, además, relacionar la vergüenza con el aspecto judío de la muerte antes mencionado. Esto porque la vergüenza aparece en la sociedad alemana en la que Kafka vivía (vergüenza por no hablar completamente alemán y no ser parte de la cultura en la que ha crecido). El que la vergüenza pueda sobrevivirle dice claramente que Josef K. no se acaba meramente con su muerte, sino que hay algo que puede quedar luego de que éste muera.
Si el proceso al que se enfrenta Josef K. es interminable o si termina con su muerte, por su propia limitación en cuanto ser mortal, algo de él permanece y continúa: la vergüenza. Es decir, la muerte conlleva el fin del proceso que Josef K. no pudo llevar a buen término, pero si la vergüenza perdura, a pesar de la muerte (si le sobrevive), el legado de Josef K. será, a pesar de morir, un enfrentamiento infinito de un ser mortal contra un proceso inacabable.
Escritor: Gerardo Córdoba Ospina
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