Tal vez podría estar presupuestada por sí misma la relación que tiene la filosofía con la educación, enmarcando a éstas en un espacio que demanda pericia y técnica, esto es, la escuela. Porque en ella aparecerá tanto la filosofía como la educación en el rango de actividades no lúdicas, pero esto no significa que sean anti-lúdicas. La filosofía y la educación al encontrarse en la plataforma de la escuela tendrán como uno de sus objetivos: la formación del intelecto de sus educandos, así pues, los recursos didácticos que se usen e implementen desde la educación para introducir y enseñar a sus alumnos algunas escuelas filosóficas, serán avalados por la supuesta racionalidad intrínseca de la didáctica, y así, justificar la manera en la que la filosofía como campo del saber es fomentada en los estudiantes.
Si me ciño al argumento anterior, daría a entender que la escuela es la condición determinante para la forma en la que se despliega lo educativo y de cómo éste influye en los modos en los que la filosofía se muestra hacia los educandos, lo cual no es completamente cierto; porque aunque la escuela tiene sus modos internos de regulación depende de un ente exterior, el cual puede ser el Estado, la empresa etc., así pues, para comprender y analizar la escuela, la educación y por ende a la filosofía, se debe saber cual de aquellos entes tiene para sí a la escuela, o si entre ellos se da una relación y comparten el para sí respecto a la misma.
No puedo pensar desde las condiciones en las que estaba operando la escuela hace poco más de un siglo, tampoco puedo dilucidar en lo que será la escuela el día de mañana después de haber pasado esta supuesta tempestad que cancela toda posibilidad y nos coloca en la creencia de que ya no habrá mañana(nihilismo); y ante estos pronunciamientos escatológicos que con el tiempo van tomando el estatuto de clichés, me veo en la “necesidad” de pensar la escuela en el aquí y en el ahora, sin que lo anterior se torne frágil y sea proclive a la caricaturización.
Por el contrario, reflexionar en torno a la escuela en el aquí y en el ahora, significa estar alerta a lo que me asalta y circunda en el ámbito socio-cultural, y así, vislumbrar los derroteros que se abren para la existencia y coexistencia de los seres humanos que necesariamente son siempre educados, pertenezcan o no a una escuela. Así pues, al conjugar la filosofía y la educación, y ocupar el pensamiento en ellas, no significa que me preocupe únicamente por el estado de aquellas en nuestros días. Al ser la filosofía y la educación en este estadio de nuestra cultura-sociedad dos de los elementos que componen a la escuela en su estructura netamente académica que más están padeciendo la embestida de la lógica neoliberal, ya nos dan elementos de análisis para saber si el Estado, la empresa o algún otro ente tienen para sí a la escuela, y que beneficios obtiene al apropiarse de una institución que en apariencia busca el desarrollo ulterior de los espíritus.
La educación en las últimas tres décadas ha ido al paso de la lógica macro-sistémica del neoliberalismo, este hecho en sí mismo no debe evaluarse a mi entender bajo los términos de la moralidad (bueno o malo) sino bajo categorías políticas (hegemonía-resistencia). La educación al estar remitida a la escuela y ésta al tener el estatus de institución siempre dependerán de un órgano más complejo, que de algún modo anhelará cimentar ciertos arquetipos de vida, en nuestra época el neoliberalismo se ha convertido en el órgano rector de las instituciones que regulan la convivencia social.
Así pues, requiere que desde las instituciones adecuadas se inculquen los valores que el neoliberalismo tiene por buenos, nobles y benéficos, los mismos que posibilitarán el orden y mantendrán el status quo que soporta y potencia la expansión de la lógica macro-sistémica del neoliberalismo. Empero, al postular valores y otorgarles a los mismos la capacidad de estar en todos lados y con todas las personas, aquellos pierden su cualidad axiológica para tornarse meramente pragmáticos y dúctiles, y es justo aquí en donde se desquebrajan y pueden ser llevados a la morada de la suspicacia.
Naturalmente, no se presenta a la escuela como la institución dominante, porque sus mecanismos están cubiertos y disimulados por una ideología de la escuela universalmente reinante: como “elemento neutro”, neutralidad para “enmascarar su contribución a la reproducción de la distribución del capital cultural entre las clases, porque no es el enmascaramiento de este servicio el menor de los servicios que su autonomía relativa le permite prestar a la contribución del orden establecido”. Sin embargo, no es la escuela la que conforma a la sociedad de cierta manera, sino es la sociedad la que al conformarse de cierto modo constituye a la escuela y a la educación en general de acuerdo con los valores que le orienten.
El neoliberalismo va a apostar por “valores” que privilegien al capitalismo bursátil, no es que haya roto con los valores del liberalismo económico-político, le ha dado a éstos un nuevo empaque más acorde a lo que el modo de producción neoliberal necesita para seguir siendo; así, hoy vemos desfilar en la “pasarela” a la eficiencia, la competencia y demás epítetos que exclaman el bienestar; y como no adherirse a ellos y buscar a toda costa poseerlos para uno, si el bienestar es lo que se desea mínimamente, por lo menos para sobrevivir de aquí a que la finitud de nuestras corporalidades se diluye en el espacio infinito.
Escritor: Eduardo Solano Vázquez.